miércoles, 11 de noviembre de 2015

! ELLOS NOS DAN SU EJEMPLO PARA SEGUIR A DIOS.!

Los santos.
Una breve lista, de los santos y que nos brindan.






La Biblia nos exhorta a seguir el ejemplo de los santos (CF. Dan 7, 22-25; Sab 5, 5). La Iglesia continúa esa tradición y reconoce la santidad después de un largo y cuidadoso proceso en el que examina las vidas de los candidatos.
Próximos a vivir la Fiesta de todos los Santos, que bueno verlos como modelos a seguir:
Con un pasado mundano, San Agustín
Dirigiendo una nacion: San Luis Rey de Francia
Con dificultad de aprendizaje: San Juan Maria Vianney
Viviendo en la abundancia: Santa Isabel de Hungría
Siendo político: Santo Tomás Moro
Viviendo en tierra extranjera: San Pedro Claver
Haciendo trabajos humildes: San Martín de Porres
Sufriendo incomprensión por los suyos: Santa Margarita María Alacoque
Torturado por defender la verdad: San Maximiliano Kolbe
Desde la humildad llamados a grandes misiones: Santa Juana de Arco
Desprendiendose de la riqueza: San Francisco de Asis
Valientes por decir la verdad a todo precio: Santa Catalina de Sienna
Venciendo su propia vanidad: Santa Rosa de Lima
Defendiendo la santidad del matrimonio: Juan Fisher
Amando al prójimo como imagen viva de Dios: Beata Teresa de Calcuta


Y así hay muchos mas. Tantos ejemplos de hombres y mujeres que dieron su vida por Cristo. No pierdas tiempo exaltando lo macabro y oscuro. Hay mucha luz para hacer brillar a Dios, que no vale la pena taparlo con las tinieblas del mal.                                                              
San Martín había nacido en Panonia (Szombathely), en Hungría, según parece, por encontrarse allí de guarnición su padre, tribuno militar. La educación la recibió, sin embargo, en Pavía. Cuando soñaba con la vida anacorética, se vio obligado a enrolarse en el ejército, y sirvió en la guardia imperial a caballo. Durante este tiempo ocurrió en Amiéns el conocido episodio de la limosna de la mitad de su capa entregada a un pobre*. También se nos cuenta, para ponderar su cualidad, el hecho de que limpiara el calzado al esclavo que le servía de ordenanza. Por fin, preparado con estas prácticas de caridad, recibe el bautismo y se ve libre de sus obligaciones militares.
Resuena entonces en Francia un nombre insigne: el de San Hilario de Poitiers. Atraído por esta noble e insigne figura, Martín acude a Poitiers y se une a los discípulos del Santo. Pese a las invitaciones de éste, rehúsa el diaconado, aunque acepta ser ordenado de exorcista.
El año 356 San Hilario se ve obligado a exiliarse al Oriente, como consecuencia de las querellas político-teológicas suscitadas por los arrianos. San Martín aprovecha este paréntesis para volver a visitar su Panonia natal, donde logra convertir a su madre. También allí ardían las controversias teológicas, y en alguna ocasión es azotado públicamente para castigar las actividades emprendidas por él contra el clero arriano. Con aquella maravillosa facilidad con que, pese a los toscos medios de comunicación entonces existentes, se desplazan los hombres en aquellos tiempos, le encontramos poco después en Milán, donde hace un ensayo de vida monástica cerca de la ciudad, hasta que el obispo arriano le expulsa. Durante algún tiempo se refugia en un islote de la costa ligur con un sacerdote. Y allí le llega la noticia de que San Hilario ha vuelto a Poitiers. Inmediatamente vuela a su lado.
Pero, en Milán y en la isla ha tomado el gusto a la vida monástica. Por eso, apoyado por San Hilario, funda un monasterio en Ligugé. Se ha dicho con mucha razón que San Martín fue "soldado por fuera, obispo por obligación, monje por gusto". Porque en Ligugé realiza Martín su más hondo deseo.
Sin embargo, aquella vida tranquila, al. margen de los afanes del cuidado pastoral y de las querellas teológicas, iba a durar bien poco tiempo. Pronto los milagros vienen a señalar, junto con la ejemplaridad de vida del abad y de los monjes, su figura a los pueblos de alrededor. La sede de Tours estaba vacante. Con el pretexto de curar a un enfermo, se le hizo venir a la ciudad. Y una vez allí, el 4 de julio del año 370 (o acaso del 71) era consagrado obispo.'
Desgraciadamente el episcopado galo-romano había cedido en aquellos tiempos al espíritu del mundo, y resultaba necesario el contraste con la figura penitente del nuevo obispo de Tours. Para acentuar más la concepción que él tenía del episcopado, uno de sus primeros actos fue fundar, en cuanto pudo, un monasterio, el de Marmoutiers, junto a su ciudad episcopal, monasterio que pasaría a constituir un auténtico semillero de obispos y sacerdotes reformadores en medio del relajado clero de las Galias de entonces


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