sábado, 9 de junio de 2018

QUIENES SOMOS PARA CONDENAR-

NOSOTROS QUE NOS DECIMOS CATOLICOS,                                                                                   QUIENES SOMOS PARA JUZGAR:                                                                                                          QUIEN ERES TU PARA JUZGAR.                                                                                                              QUIEN SOY YO Y TU PARA JUZGAR
Juzgar a los demás es un comportamiento propio de los que no son salvos, aquellos que verdaderamente nunca han tenido un encuentro verdadero con Dios ni mucho menos han tenido a Cristo como su Salvador espiritual. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5.17). En otras palabras, debe haber un cambio de corazón, arrepentimiento y de actitud para todo aquel que ha recibido a Cristo en su corazón. Cuando somos nuevas creaturas en Cristo, el Espíritu Santo nos hace sentir cuando estamos mal y luchamos para andar agradable a Dios. En otras palabras, no podemos darnos el lujo de volver a la vieja naturaleza de donde Dios nos sacó. La vieja naturaleza no debe reinar en nuestras vidas más. Juzgar a los demás no es una actitud apropiada de los auténticos creyentes que aman a Dios en espíritu y en verdad. Jesús mora en los corazones de Sus Hijos, por consiguiente, somos el templo del Espíritu Santo. En nuestro templo (corazón), no debe habitar intrigas, chismerías, contiendas, envidia, vanagloria, hipocresía ni nada que pueda contristar el Espíritu Santo que habita en nuestro corazón. Todas críticas negativas que se levanten en contra de tu prójimo, deben ser canceladas en la nueva naturaleza.
Mis preguntas son las siguientes: ¿Quién eres tú para juzgar? ¿Eres juez? “Dios es el Único juez. Él nos dio la Ley, y es el Único que puede decir si somos inocentes o culpables. Por eso no tenemos derecho de criticar a los demás” (Santiago 4.12 Traducción en lenguaje actual). Hay juicios para todo aquel que se dedica a juzgar al hermano, eso no lo digo yo, lo dice el Señor: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido” (Mateo 7.1-2 Nueva Versión Internacional (NVI).
“Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el Tribunal de Cristo. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Romanos 14.10-12 ;Reina-Valera 1960 (RVR1960). En esta lectura bíblica de romanos, Dios no se dirige a las personas del mundo, Él se está dirigiendo a los “creyentes” y reprende a base de preguntas a los “cristianos” que se encuentran dentro de la iglesia criticando y llevando deserciones. Según el apóstol Pablo en romanos nos dice que todos vamos a estar presente en el Juicio Final y EL JUEZ por Excelencia, nuestro Padre Celestial, nos juzgará. En El LIBRO DE LA VIDA, Dios redacta TODO lo que hacemos, tanto bueno como malo, por tanto andemos en la luz de Cristo.
Los “creyentes” que se las pasan metiendo las narices en los asuntos de los demás, llevando y trayendo, de nada sirven para el Reino de Dios, porque en vez de llevar frutos traen oscuridad y división. Cristo es Luz, y Sus Hijos deben llevar luz de esperanzas y ánimo al cansado. “Pero si andamos en Luz, como Él está en Luz, tenemos comunión unos con otros, y la Sangre de Jesucristo Su Hijo nos limpia de todo pecado”. Si decimos que tenemos comunión con Él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad” (1 Juan 1:6). “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1.10). “Si confesamos nuestros pecados, Él es Fiel y Justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Todavía estás a tiempo para cambiar y andar en la Luz de Cristo. Dios es Luz, y no hay tinieblas en Él por tanto, andemos en Su Luz.
CITA BIBLICA JUAN.21.20-25 "20.Pedro se vuelve y ve siguiéndoles detrás, al discípulo a quién Jesús amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?» 21.Viéndole Pedro, dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?» 22.Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme.» 23.Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: « No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga.» 24.Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. 25.Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran." (lo que tu sepas,veas,te molesta te irrita,tienes algo perturbador sea en la politica,en el hogar,en los estudios,trabajo,etc,etc. QUE TE IMPORTA TU SIGUEME:
El se levantó y lo siguió. Jesús, que había oído, respondió: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".
http://w2.vatican.va/…/hf_l-xiii_enc_15051891_rerum-novarum… La meta de la apologética cristiana es eliminar los obstáculos que se interponen entre una persona y la cruz de Cristo.
El término griego apología, del cual proviene la palabra apologética que nosotros usamos, se usa para describir una justificación, como se aplica en una defensa legal o argumentación. Apologética es la ciencia teológica que tiene como propósito la explicación y defensa de la religion cristiana; significa, en su sentido amplio, una forma de apología (defensa o alabanza de alguien) ( http://ec.aciprensa.com/wiki/Apolog%C3%A9tica ) Si tenemos que defender nuestra doctrina pero sin caer en el ! FANATISMO RELIGIOSO.!
como nos lo enseña la doctrina social de la iglesia.
Diversidad religiosa
La diversidad religiosa ha sido parte de mi biografía personal desde la infancia. Para mí el "hermano separado" nunca ha sido un enemigo ni sólo un extraño que llama a la puerta. Ha sido, más bien, alguien de la familia, un compañero de la escuela o del trabajo e, incluso, un amigo entrañable.
Sus nombres aparecen en alas del recuerdo: Silvia, Javier, Ángel, Lidia, Rosa Isela, Carlos… personas entrañables por quienes siento un afecto especial.
Creo que eso ha influido en mi acercamiento a la Apologética, que consiste en dar una respuesta a quien nos pide razón de lo que creemos y esperamos, haciéndolo con sencillez y respeto (cfr. 1Pedro 3, 15-16).http://es.catholic.net/…/a…/56990/cat/8/-la-apologetica.html

Para la defensa de la fe
La Apologética es una disciplina teológica practicada desde los albores de la Iglesia para la defensa de la fe. Esencialmente respondía a injustas acusaciones que le hacían a la Iglesia desde distintos ámbitos. Los Padres apostólicos la practicaron, aunque la cultivaron más explicitamente los Padres apologistas. Su época es especialmente interesante, porque estos hombres tuvieron que hacer frente a graves peligros, que amenazaban—cada uno a su modo—la existencia misma de la Iglesia.
Un doble peligro, de carácter externo, está representado por el rechazo del Evangelio por parte de los judíos y por las cruentas persecuciones de las autoridades civiles.
Frente a las falsas acusaciones de que eran objeto -ateísmo, ser enemigos del género humano, y otras de más baja ralea-, los cristianos responden con el ejemplo de su vida y la grandeza de su doctrina. Algunos de ellos, bien preparados intelectualmente, toman la pluma y escriben extensas apologías -a veces dirigidas a los mismos emperadores- con la finalidad de confutar esas acusaciones calumniosas. Brillan los nombres de San Justino, de Atenágoras, de Teófilo…, entre otros muchos.
Otro peligro -más insidioso, y mucho más grave- fue la aparición de herejías en el seno de la Iglesia. Se trata fundamentalmente de dos errores: el gnosticismo y el montanismo. Mientras el primero es partidario de un cristianismo adaptado al ambiente cultural-religioso del momento -y, por tanto, vaciado de su contenido estrictamente sobrenatural-, los montanistas predicaban la renuncia total al mundo. Uno y otro error organizaron una propaganda muy eficaz y amenazaron gravemente la fe y la existencia misma de la Iglesia fundada por Cristo. El montanismo ponía en peligro su misión y carácter universales; el gnosticismo atacaba su fundamento espiritual y su carácter religioso, y fue con mucho el más peligroso.
En estas circunstancias, el Espíritu Santo -que asiste invisiblemente a la Iglesia, según la promesa de Cristo, y le asegura perennidad en el tiempo y fidelidad en la fe- suscitó hombres de inteligencia privilegiada que, empuñando las armas de la razón, con un análisis cuidadoso de la Sagrada Escritura, hicieron frente a estos errores y mostraron el carácter "razonable" de la doctrina cristiana. Comenzaba de este modo el quehacer propiamente teológico, que tantos frutos daría en la vida de la Iglesia.
Entre estos Padres y escritores destaca San Ireneo de Lyon, que reúne en su persona las tradiciones de Oriente y Occidente; luego, en Oriente, Clemente Alejandrino, Orígenes, y San Gregorio el Taumaturgo; en la Iglesia de Roma, Minucio Félix y San Hipólito; finalmente, en torno a Cartago, en el norte de Africa, Tertuliano, San Cipriano y Lactancio.
Apologética: explicación de la fe
Ahora, los Obispos de América Latina y El Caribe nos invitan a realizar una apologética renovada:
«Hoy se hace necesario rehabilitar la auténtica apologética que hacían los padres de la Iglesia como explicación de la fe. La apologética no tiene porqué ser negativa o meramente defensiva per se. Implica, más bien, la capacidad de decir lo que está en nuestras mentes y corazones de forma clara y convincente, como dice san Pablo “haciendo la verdad en la caridad” (Ef. 4, 15). Los discípulos y misioneros de Cristo de hoy necesitan, más que nunca, una apologética renovada para que todos puedan tener vida en Él» (Documento de Aparecida, 229)

LOS CONCILIOS

Los concilios
Concilio (del latín concilium) es una reunión o asamblea de autoridades religiosas (obispos y otros eclesiásticos) generalmente efectuada por la Iglesia Católica u Ortodoxa, para deliberar o decidir sobre las materias doctrinales y de disciplina.
Los más importantes son los llamados concilios ecuménicos. Un concilio ecuménico es una asamblea celebrada por la Iglesia Católica con carácter general a la que son convocados todos los obispos para reconocer la verdad en materia de doctrina o de práctica y proclamarla. Ecuménico, proviene del latín oecumenicum, traducción a su vez del griego οἰκουμένoν, que significa (mundo) habitado.
El más antiguo concilio fue convocado por San Pedro, en Jerusalén, hacia el año 50, y relevó a los paganos convertidos al cristianismo de las observancias judáicas. Los siguientes son numerados del I al XXI, y se dividen en dos grupos: griegos y latinos, según hayan tenido lugar en Oriente u Occidente. Los concilios griegos fueron convocados por los emperadores de la época, que los presidieron, generalmente. Los concilios latinos fueron convocados por los papas.
Los concilios de la Iglesia Católica Romana, deben ser convocados por el Papa y presididos por él o por un delegado suyo, y en él habrán de estar representados la mayoría de los obispos de las provincias eclesiásticas. Para la validez de sus acuerdos es precisa, como condición sine qua non, la sanción del Sumo Pontífice Romano.
Se consideran los más importantes de ellos:
Griegos
Nicea I
Del 20 de mayo al 25 de julio de 325, convocado por el emperador romano Constantino I, que estuvo presente, y presidido por el Obispo Osio de Córdoba, que actuó en representación del Papa. Formuló la primera parte del Símbolo de fe, conocido como el Credo Niceno, definiendo la divinidad del Hijo de Dios, y se fijaron las fechas para celebrar la Pascua.
Constantinopla I
Entre mayo y julio de 381, convocado por el emperador romano Teodosio I y presidido sucesivamente por el Patriarca de Alejandría Timoteo, el Patriarca de Antioquía Melecio, el Patriarca de Constantinopla Gregorio Nacianceno, y su sucesor el Patriarca de Constantinopla Nectario. El Papa Dámaso no mandó representación.
Formuló la segunda parte del Símbolo de Fe, conocido como el Credo Niceno Constantinopolitano, definiendo la divinidad del Espíritu Santo. Se condenó a los seguidores de Macedonio I de Constantinopla, por negar la divinidad del Espíritu Santo (Macedonianismo).
Calcedonia
Del 8 de octubre al 1 de noviembre de 451, convocado por el emperador romano de oriente Marciano, y presidido por el Patriarca de Constantinopla Anatolio. El Papa, mandó como su representante personal al Obispo Pascanio. Proclamó a Jesús Cristo como totalmente divino y totalmente humano, dos naturalezas en una persona.
Rechazó la doctrina del monofisismo, originándose la escición de las Iglesias que sí lo aceptan: las antiguas iglesias orientales, como la Iglesia Ortodoxa Copta, la Iglesia Apostólica Armenia, la Iglesia Ortodoxa Siríaca y la Iglesia Ortodoxa Malankara, de la India.
Latinos
Letrán I
Fue convocado por el Papa Calixto II en diciembre de 1122, inmediatamente después del Concordato de Worms que puso fin a la querella de las investiduras; aboliéndose el derecho, que reclamaban los príncipes, a investir dignidades y tener beneficios eclesiásticos. Finalizó en 1123.
Letrán IV
Fue convocado bajo la autoridad del papa Inocencio III en 1215, para condenar varias herejías: de los Albingenses, de los Valdenses, del Abad Joaquín de Fiori, y otras. Se elaboró un credo más extenso, contra los Albigenses.
Trento
Convocado por Pablo III (1545-1563) para tratar el tema de la escisión de la Iglesia por la reforma protestante. También se ocupó de muchos temas doctrinales, morales, y disciplinares. Se decretó sobre la Justificación, los Sacramentos, la Eucaristía, el Canon de la Sagradas Escrituras y otros temas, con variadas disposiciones disciplinares. Se condenaron los errores de Lutero y otros autodenominados reformadores. Fue el concilio más largo y en el que se promulgaron más decretos dogmáticos.
Vaticano II
Convocado por Juan XXIII (1962-1965) que presidió la primera etapa, hasta otoño de 1962; las tres sesiones siguientes fueron convocadas y presididas por Pablo VI, su sucesor. Fue un concilio pastoral, no dogmático.
Los XXI concilios ecuménicos son los reconocidos por la Iglesia Católica Apostólica Romana.