sábado, 30 de enero de 2016

La blasfemia contra el Espíritu Santo.

“Con espíritu contrito sometan (los fieles) sus pecados a la Iglesia en el sacramento de la penitencia”: (Vaticano II, Presbyterorum Ordinis, 5)
En primer lugar, dos aclaraciones:
1.- Los pecados no los perdona el sacerdote. Los pecados los perdona Dios, mediante la absolución del ministro ordenado: Obispo o presbítero.
2.- Todos los pecados tienen perdón de Dios, menos uno: el pecado contra el Espíritu Santo. “Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada” (San Mateo 12, 31). El único pecado que Dios no perdona es la blasfemia contra el Espíritu Santo.
¿En qué consiste este pecado?
La blasfemia no es solamente con palabras, sino también y sobre todo con hechos. ¿Quién blasfema? Quien no se siente necesitado de Dios, quien no se siente pecador o se cree sin pecado, cerrarse al llamado de Dios a la conversión, endurecer el corazón a tal punto que a la persona no le interesa Dios.
Es pecado el endurecer el corazón y decirle,no gracias a Dios: ‘No me interesas; estoy bien sin ti; no te necesito’. Es pecado considerar que Dios no puede perdonar, o negar el perdón de Dios en la confesión. Es
 decir, es el pecado por el que el hombre se niega libre y conscientemente al perdón y la misericordia de Dios.
Ante esta circunstancia, ¿qué puede hacer Dios? Nada; tan solo dejar que la persona muera en su pecado. Allí Dios no puede actuar, Dios no tiene nada qué hacer, no tiene nada qué perdonar, no perdona nada. La Sagrada Escritura nos da más luz: “El que oculta sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta de ellos alcanzará misericordia”(Proverbios 28, 13).

LOS PECADOS CONTRA EL ESPIRITU SANT

LOS PECADOS CONTRA EL ESPIRITU SANTO

Catecismo Mayor de San Pío X

Todo el que hubiere hablado contra el Hijo del Hombre será perdonado. Si, no obstante, habla contra el Espíritu Santo, no alcanzará perdón ni en este siglo ni en el venidero. (Mt. 12, 32)
Además de los pecados mortales (pecados graves) y de los pecados veniales (pecados leves), hay otro calificativo de pecados justamente por ser pecados especiales y con un alcance de malicia diferenciado… trataré más abajo ese calificativo diferenciado.

Los pecados mortales (que son los pecados más graves) nos apartan de Dios y nos llevan al infierno. Solamente a través de una buena confesión, es que podemos ser perdonados. Para hacer una buena confesión es necesario tener fe en que el padre tiene el poder de absolverte (poder este dado por el mismo Jesucristo: Aquellos a quien les perdonareis los pecados, les serán perdonados; aquellos a quien se los retuvieseis, les serán retenidos – San Juan 20, versículo 23) Es necesario también estar arrepentido de haber pecado y prometer nunca más hacerlo nuevamente.

Los pecados veniales (que son los pecados leves, como por ejemplo, una pequeña mentira que no perjudique a nadie, una glotonería que no traiga perjuicios serios a la salud, etc.…) también nos apartan de Dios, pero no merecemos el infierno por causa de ellos, porque son culpas leves. Si morimos con pecados veniales, iremos a pagar nuestras culpas en el Purgatorio y después iremos al Cielo. Siendo Dios purísimo, imposible que se esté en Su Divina presencia, con ninguna mancha, por menor que sea. Los pecados veniales son perdonados rezando un Acto de Contrición o con arrepentimiento practicando algún otro acto de piedad.

Pero sin embargo, por causa del alto grado de malicia que existe en algunos tipos de pecados, reciben otro tipo de calificativo. Como por ejemplo, “Pecados que gritan al Cielo y claman a Dios por venganza.” Pecados contra el Espíritu Santo El pecado que no Tiene Perdón
Leemos en las Sagradas Escrituras:
"El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón nunca, antes bien será reo de pecado eterno" (Mc 3,29; Cf. Mt 12:32; Lc 12:10).
¿Por qué la blasfemia contra el Espíritu Santo es imperdonable?
Porque se trata del rechazo radical a la gracia que Dios ofrece para la conversión. Según Santo Tomás de Aquino es un pecado “irremisible por su misma naturaleza porque excluye los elementos gracias a los cuales se concede la remisión de los pecados”.
La blasfemia contra el Espíritu Santo es presumir y reivindicar el “derecho” de perseverar en el mal. Es un rechazo a al perdón y a la redención que Cristo ofrece. La blasfemia contra el Espíritu Santo es la obstinación contra Dios llevada hasta el final. Es negarse deliberadamente a recibir la misericordia divina.
Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el # 1864:

No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios, mediante el arrepentimiento, rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo (Cf. DV 46). Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna.

El pecado contra el Espíritu Santo consiste, pues, en la negación de parte de la persona, a aceptar la salvación y el perdón dados por Dios. Cuando el corazón de una persona se obstina de tal manera que no acepta que necesita arrepentirse de sus pecados y se resiste a esta gracia, comete el pecado contra el Espíritu Santo el cual puede llevarlo al infierno. ¿Por qué? No porque la Iglesia y el Señor no puedan perdonarle, todo lo contrario, sino mas bien porque la persona misma, voluntariamente ha rechazado este perdón y salvación dadas por Dios. PECADOS CONTRA ELESPIRITU SANTO para los cuales no hay perdón.

Los pecados contra el Espíritu Santo son seis y se llaman estos pecados particularmente pecados contra el Espíritu Santo, porque se cometen por pura malicia, lo que es contrario a la bondad que se atribuye al Espíritu Santo
(Tercer Catecismo de la Doctrina Cristiana de San Pío X )

1° Desesperanza de la salvación:
Ocurre cuando la persona ha pecado tanto que entra en desesperación encontrando que no hay más salvación para ella. Queda convencida de que no hay solución y que su destino es el infierno. NOTESE QUE EN ESTE CASO LA PERSONA NO SE CONFIESA PORQUE CREE QUE NO VALE LA PENA Y QUE ESTA DEFINITIVAMENTE CONDENADA.

2° Presunción de la salvación sin merecimiento:
Ocurre cuando la persona se haya tan virtuosa que piensa que ya está en el Cielo y por eso por más que haya hecho algún pecado, Dios la perdonará. Implica un sentimiento de orgullo hallando que esta salvada por lo que ya hizo en la vida.NOTESE QUE EN ESTE CASO LA PERSONA NO SE CONFIESA PORQUE LO HAYA INECESARIO; CREE QUE YA ESTA SALVADA.

3° Negar la verdad conocida como tal:
Ocurre cuando la persona se juzga “dueña de la verdad” y por eso no cree las verdades de fe por puro orgullo. NOTESE QUE EN ESTE CASO LA PERSONA NO SE CONFIESA PORQUE HAYA QUE ESTA CORRECTA Y QUE NO HAY NADA QUE CONFESAR. NI CONSIDERA EL PECADO DE DUDA DE LAS VERDADES DE AL FE O ASÍ MISMO NEGAR LAS VERDADES DE LA FE. LA PERSONA ENCUENTRA QUE ESTA CORRECTA Y QUE ESA CERTEZA ES ABSOLUTA. CONSIDREA QUE SABE MAS QUE LA MISMA IGLESIA Y CON ESO NIEGA QUE EL ESPIRITU SANTO AUXILIA AL SAGRADO MAGISTERIO DE LA IGLESIA.

4° La envidia de la gracia fraterna:
Ocurre cuando las personas tienen envidia de la gracia que Dios da a otro. E envidioso se enoja porque su prójimo alcanzó algo bueno y por eso se rebela contra Dios. Es el caso de Caín y Abel. Caín mató a Abel por envidia. NOTESE QUE EN ESTE CASO LA PERSONA NO SE CONFIESA PORQUE SE REVELA CONTRA DIOS Y NO TIENE ARREPENTIMIENTO EN SU CORAZON.

5° La obstinación en el pecado:
Es quien peca no por debilidad, sino por malicia. Peca no simplemente porque tuvo una tentación, sino porque AMA pecar. AHORA, SI AMA PECAR, NO SE CONFIESA, PORQUE QUIERE CONTUNUAR EN EL PECADO.

6° La impenitencia final:
No es difícil de entender este pecado, pues una persona que viene pecando al vida entera, al final de su existencia continúa siendo impenitente y no arrepintiéndose de todo lo que hizo de malo. Es el supremo y final rechazo a Dios. Aunque estando al final de la vida y sabiendo que va a morir, la persona no quiere cambiar de vida. ESTA NO SE CONFIESA PORQUE RECHAZA A DIOS HASTA EN ESTA HORA EXTREMA.

CONSIDERACIONES FINALES: Como se puede ver, lo pecados contra el Espíritu Santo son pecados de pura maldad, no de debilidad, o sea, la voluntad de la persona está endurecida de tal forma que ella JAMAS SE CONFESARA porque NO SE QUIERE CONFESAR. Dios da a todos la oportunidad de salvarse y de ir al Cielo, pero quien peca contra el Espíritu Santo, no quiere salir de la situación en que se encuentra, entonces Dios no puede salvar a quien no se quiere salvar y por eso mismo no tiene perdón.

LO QUE DIFERENCIA LOS PECADOS CONTRA EL ESPIRITU SANTO DE OTROS PECADOS ES LA VOLUNTAD DE LA PESONA, NO EL ACTO EN SI…O SEA, ES LA VOLUNTAD LA QUE HACE QUE LA PERSONA NO QUIERA CAMBIAR DE VIDA. Por eso se peca contra el Espíritu Santo por un acto de pura malicia, no por mera debilidad.

! El horror al pecado mortal.!

El pecado es el «enemigo número uno» de nuestra santificación y en realidad el enemigo único, ya que todos los demás en tanto lo son en cuanto provienen del pecado o conducen a él. 

El pecado, como es sabido, es «una transgresión voluntaria de la ley de Dios». Supone siempre tres elementos esenciales: materia prohibida (o al menos estimada como tal), advertencia por parte del entendimiento y consentimiento o aceptación por parte de la voluntad. 

Si la materia es grave y la advertencia y el consentimiento son plenos, se comete un pecado mortal; si la materia es leve o la advertencia y el consentimiento han sido imperfectos, el pecado es venial. Dentro de cada una de estas dos categorías hay infinidad de grados.

EL PECADO MORTAL

Los pecadores. Son legión, por desgracia, los hombres que viven habitualmente en pecado mortal. Absorbidos casi por entero por las preocupaciones de la vida, metidos en los negocios profesionales, devorados por una sed insaciable de placeres y diversiones y sumidos en una ignorancia religiosa que llega muchas veces a extremos increíbles, no se plantean siquiera el problema del más allá. Algunos, sobre todo si han recibido en su infancia cierta educación cristiana y conservan todavía algún resto de fe, suelen reaccionar ante la muerte próxima y reciben con dudosas disposiciones los últimos sacramentos antes de comparecer ante Dios; pero otros muchos descienden al sepulcro tranquilamente, sin plantearse otro problema ni dolerse de otro mal que el de tener que abandonar para siempre este mundo, en el que tienen hondamente arraigado el corazón. 

Estos desgraciados son «almas tullidas —dice Santa Teresa— que, si no viene el mismo Señor a mandarlas se levanten, como al que había treinta años que estaba en la piscina, tienen harta mala ventura y gran peligro». 

En gran peligro están —en efecto— de eterna condenación. Si la muerte les sorprende en ese estado, su suerte será espantosa para toda la eternidad. El pecado mortal habitual tiene ennegrecidas sus almas de tal manera, que «no hay tinieblas más tenebrosas ni cosa tan obscura y negra que no lo esté mucho más». Afirma Santa Teresa que, si entendiesen los pecadores cómo queda un alma cuando peca mortalmente, «no sería posible ninguno pecar, aunque se pusiese a mayores trabajos que se pueden pensar por huir de las ocasiones». 

Sin embargo, no todos los que viven habitualmente en pecado han contraído la misma responsabilidad ante Dios. Podemos distinguir cuatro clases de pecados, que señalan otras tantas categorías de pecadores, de menor a mayor: 

a) LOS PECADOS DE IGNORANCIA.— No nos referimos a una ignorancia total e invencible  —que eximiría enteramente del pecado—, sino al resultado de una educación antirreligiosa o del todo indiferente, junto con una inteligencia de muy cortos alcances y un ambiente hostil o alejado de toda influencia religiosa. Los que viven en tales situaciones suelen tener, no obstante, algún conocimiento de la malicia del pecado. Se dan perfecta cuenta de que ciertas acciones que cometen con facilidad no son rectas moralmente. Acaso sienten, de vez en cuando, las punzadas del remordimiento. 

Tienen, por lo mismo, suficiente capacidad para cometer a sabiendas un verdadero pecado mortal que los aparte del camino de su salvación.                                                     Pero al lado de todo esto es preciso reconocer que su responsabilidad está muy atenuada delante de Dios. Si han conservado el horror a lo que les parecía más injusto o pecaminoso; si el fondo de su corazón, a pesar de las flaquezas exteriores, se ha mantenido recto en lo fundamental; si han practicado, siquiera sea rudimentariamente, alguna devoción a la Virgen aprendida en los días de su infancia; si se han abstenido de atacar a la religión y sus ministros, y sobre todo, si a la hora de la muerte aciertan a levantar el corazón a Dios llenos de arrepentimiento y confianza en su misericordia, no cabe duda que serán juzgados con particular benignidad en el tribunal divino. Si Cristo nos advirtió que se le pedirá mucho a quien mucho se le dio (Le. 12,48), es justo pensar que poco se le pedirá a quien poco recibió. 

Estos tales suelen volverse a Dios con relativa facilidad si se les presenta ocasión oportuna para ello. Como su vida descuidada no proviene de verdadera maldad, sino de una ignorancia profundísima, cualquier situación que impresione fuertemente su alma y les haga entrar dentro de sí puede ser suficiente para volverlos a Dios. La muerte de un familiar, unos sermones misionales, el ingreso en un ambiente religioso, etc., bastan de ordinario para llevarles al buen camino. De todas formas, suelen continuar toda su vida tibios e ignorantes, y el sacerdote encargado de velar por ellos deberá volver una y otra vez a la carga para completar su formación y evitar al menos que vuelvan a su primitivo estado. 

b) LOS PECADOS DE FRAGILIDAD.— Son legión las personas suficientemente instruidas en religión para que no se puedan achacar sus desórdenes a simple ignorancia o desconocimiento de sus deberes. Con todo, no pecan tampoco por maldad calculada y fría. Son débiles, de muy poca energía y fuerza de voluntad, fuertemente inclinados a los placeres sensuales, irreflexivos y atolondrados, llenos de flojedad y cobardía. Lamentan sus caídas, admiran a los buenos, «quisieran» ser uno de ellos, pero les falta el coraje y la energía para serlo en realidad. Estas disposiciones no les excusan del pecado; al contrario, son más culpables que los del capítulo anterior, puesto que pecan con mayor conocimiento de causa. Pero en el fondo son más débiles que malos. Él encargado de velar por ellos ha de preocuparse, ante todo, de robustecerlos en sus buenos propósitos, llevándolos a la frecuencia de sacramentos, a la reflexión, huida de las ocasiones, etc., para sacarlos definitivamente de su triste situación y orientarlos por los caminos del bien. 

c) LOS PECADOS DE FRIALDAD E INDIFERENCIA.— Hay otra tercera categoría de pecadores habituales que no pecan por ignorancia, como los del primer grupo, ni les duele ni apena su conducta, como a los del segundo. 

Pecan a sabiendas de que pecan, no precisamente porque quieran el mal por el mal —o sea, en cuanto ofensa de Dios—, sino porque no quieren renunciar a su placeres y no les preocupa ni poco ni mucho que su conducta pueda ser pecaminosa delante de Dios. Pecan con frialdad, con indiferencia, sin remordimientos de conciencia o acallando los débiles restos de la misma para continuar sin molestias su vida de pecado. 

La conversión de estos tales se hace muy difícil. La continua infidelidad a las inspiraciones de la gracia, la fría indiferencia con que se encogen de hombros ante los postulados de la razón y de la más elemental moralidad, el desprecio sistemático de los buenos consejos que acaso reciben de los que les quieren bien, etc., etc., van endureciendo su corazón y encalleciendo su alma, y sería menester un verdadero milagro de la gracia para volverlos al buen camino. Si la muerte les sorprende en ese estado, su suerte eterna será deplorable. 

El medio quizá más eficaz para volverlos a Dios sería conseguir de ellos que practiquen una tanda de ejercicios espirituales internos con un grupo de personas afines (de la misma profesión, situación social, etc.). Aunque parezca extraño, no es raro entre esta clase de hombres la aceptación «para ver qué es eso» de una de esas tandas de ejercicios, sobre todo si se lo propone con habilidad y cariño algún amigo íntimo. Allí les espera —con frecuencia— la gracia tumbativa de Dios. A veces se producen conversiones ruidosas, cambios radicales de conducta, comienzo de una vida de piedad y de fervor en los que antes vivían completamente olvidados de Dios. El sacerdote que haya tenido la dicha de ser el instrumento de las divinas misericordias deberá velar sobre su convertido y asegurar, mediante una sabia y oportuna dirección espiritual, el fruto definitivo y permanente de aquel retorno maravilloso a Dios.  

d) LOS PECADOS DE OBSTINACIÓN Y DE MALICIA.— Hay, finalmente, otra cuarta categoría de pecadores, la más culpable y horrible de todas. Ya no pecan por ignorancia, debilidad o indiferencia, sino por refinada malicia y satánica obstinación. Su pecado más habitual es la blasfemia, pronunciada precisamente por odio contra Dios. Acaso empezaron siendo buenos cristianos, pero fueron resbalando poco a poco; sus malas pasiones, cada vez más satisfechas, adquirieron proporciones gigantescas, y llegó un momento en que se consideraron definitivamente fracasados. Ya en brazos de la desesperación vino poco después, como una consecuencia inevitable, la defección y apostasía. Rotas las últimas barreras que les detenían al borde del precipicio, se lanzan, por una especie de venganza contra Dios y su propia conciencia, a toda clase de crímenes y desórdenes. Atacan fieramente a la religión —de la que acaso habían sido sus ministros—, combaten a la Iglesia, odian a los buenos, ingresan en las sectas anticatólicas, propagando sus doctrinas malsanas con celo y ardor inextinguible, y, desesperados por los gritos de su conciencia —que chilla a pesar de todo—, se hunden más y más en el pecado. Es el caso de Juliano el Apóstata, Lutero, Calvino, Voltaire y tantos otros menos conocidos, pero no menos culpables, que han pasado su vida pecando contra la luz con obstinación satánica, con odio refinado a Dios y a todo lo santo. Diríase que son como una encarnación del mismo Satanás.                                                                     ocasión: «Yo no creo en la existencia del infierno; pero si lo hay y voy a él, al menos me daré el gustazo de no inclinarme nunca delante de Dios». Y otro, previendo que quizá a la hora de la muerte le vendría del cielo la gracia del arrepentimiento, se cerró voluntariamente a cal y canto la posibilidad de la vuelta a Dios, diciendo a sus amigos y familiares: «Si a la hora de la muerte pido un sacerdote para confesarme, no me lo traigáis; es que estaré delirando». 

La conversión de uno de estos hombres satánicos exigiría un milagro de la gracia mayor que la resurrección de un muerto en el orden natural. 

Es inútil intentarla por vía de persuasión o de consejo; todo resbalará como el agua sobre el mármol o producirá efectos totalmente contraproducentes. 

No hay otro camino que el estrictamente sobrenatural: la oración, el ayuno, las lágrimas, el recurso incesante a la Virgen María, abogada y refugio de pecadores. Se necesita un verdadero milagro, y sólo Dios puede hacerlo. No siempre lo hará a pesar de tantas súplicas y ruegos. Diríase que estos desgraciados han rebasado ya la medida de la paciencia de Dios y están destinados a ser, por toda la eternidad, testimonios vivientes de cuan inflexible y rigurosa es la justicia divina cuando se descarga con plenitud sobre los que han abusado definitivamente de su infinita misericordia. 

Prescindamos de estos desgraciados, cuya conversión exigiría un verdadero milagro de la gracia, y volvamos nuestros ojos otra vez a esa muchedumbre inmensa de los que pecan por fragilidad o por ignorancia; a esa gran masa de gente que en el fondo tienen fe, practican algunas devociones superficiales y piensan alguna vez en las cosas de su alma y de la eternidad, pero absorbidos por negocios y preocupaciones mundanas , llevan una vida casi puramente natural , levantándose y cayendo continuamente y permaneciendo a veces largas temporadas en estado de pecado mortal. 

Tales son la inmensa mayoría de los cristianos de «programa mínimo» (misa dominical, confesión anual, etc.), en los que está muy poco desarrollado el sentido cristiano, y se entregan a una vida sin horizontes sobrenaturales, en la que predominan los sentidos sobre la razón y la fe y en la que se hallan muy expuestos a perderse. 

¿Qué se podrá hacer para llevar estas pobres almas a una vida más cristiana, más en armonía con las exigencias del bautismo y de sus intereses eternos? 

Ante todo hay que inspirarle un gran horror al pecado mortal. 

El horror al pecado mortal.— Para lograrlo, nada mejor, después de la oración, que la consideración de su gravedad y de sus terribles consecuencias. Escuchemos en primer lugar a Santa Teresa de Jesús: 

«No hay tinieblas más tenebrosas, ni cosa tan obscura y negra que no lo esté mucho más (habla del alma en pecado mortal)... Ninguna cosa le aprovecha, y de aquí viene que todas las buenas obras que hiciere, estando así en pecado mortal, son de ningún fruto para alcanzar gloria... Yo sé de una persona (habla de sí misma) a quien quiso Nuestro Señor mostrar cómo quedaba un alma cuando pecaba mortalmente. Dice aquella persona que le parece, si lo entendiesen, no sería posible ninguno pecar, aunque se pusiese a mayores trabajos que se pueden pensar por huir de las ocasiones...                                        
 
«¡Oh almas redimidas por la sangre de Jesucristo! ¡Entendeos y habed lástima de vosotras! ¿Cómo es posible que entendiendo esto no procuráis quitar esta pez de este cristal? Mirad que, si se os acaba la vida, jamás tornaréis a gozar de esta luz. ¡Oh Jesús! ¡Qué es ver a un alma apartada de ella! ¡Cuáles quedan los pobres aposentos del castillo! ¡Qué turbados andan los sentidos, que es la gente que vive en ellos! Y las potencias, que son los alcaides y mayordomos y maestresalas, ¡con qué ceguedad, con qué mal gobierno! 

lunes, 25 de enero de 2016

Síntesis de la Encíclica Laudato si'

Síntesis de la Encíclica Laudato si'
Dar un sentido a la vida, al valor de estar juntos en una “casa común” porque esta tierra maltratada y saqueada clama (2): es la invitación del Papa Francisco en su segunda encíclica, Laudato si (Alabado seas), publicada el jueves 18 de junio, en varios idiomas.
El documento consta de 191 páginas de contenido social y pastoral. Los lobbies conservadores condenaron a priori la Encíclica. ¡Tenían razón! Tienen de qué temer. En seis capítulos, el Papa despedaza amorosamente "el relativismo" y "las posiciones timoratas" e invita a actuar ya (166). No sólo hace un elenco de problemas, sino también un llamado a la esperanza para buscar la solución.
Con un lenguaje "sincero y abierto" dirigido a toda la humanidad (fieles incluidos), el Pontífice cuestiona a las "conciencias" del poder, aquellas que no han hecho "nada" para salvar el planeta y "queman el tiempo" en congresos internacionales "minimizando" lo que los mercados no aprueban (5).
Asevera que debemos preguntarnos "¿para qué pasamos por este mundo? ¿para qué vinimos a esta vida? ¿para qué trabajamos y luchamos? ¿para qué nos necesita esta tierra?”: “Si no nos planteamos estas preguntas de fondo -escribe el Pontífice – “no creo que nuestras preocupaciones ecológicas puedan obtener resultados importantes” (160).
Hay varios ejes temáticos que el Papa presenta con coherencia en todo el texto: “los pobres y la fragilidad del planeta”, “un mundo en el que todo está conectado”, “la crítica al poder de la tecnología”, el llamado a una nueva economía y el progreso, el valor de cada criatura, “la necesidad de debates sinceros y honestos”, “la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida” (16).
En elprimer capítulo, Francisco aborda la relación entre la contaminación y el cambio climático, el mal uso del agua, la pérdida de la biodiversidad, la desigualdad entre regiones ricas y pobres o la “debilidad de las reacciones” (58) políticas ante lo que llama “la deuda ecológica” (51) con mayores responsabilidades para los países desarrollados.
Ofrece un análisis de los problemas y sin tapujos también de los culpables de “una alegre irresponsabilidad” (59) que atenta constantemente contra la vida.
No es cierto, como algunos detractores de Francisco han insinuado, que sea un documento agnóstico y privado de Dios, con pocas citas bíblicas. Por el contrario, el texto valora los conocimientos científicos disponibles hoy (cap.1) y los relaciona con la enseñanza bíblica (cap.2), analizando los orígenes del mal (cap.3) en el egoísmo, la tecnocracia y el consumo excesivo.
El Papa hace propuestas (cap. 4) para llegar a una “ecología integral, que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales” (137). Propone (cap. 5) emprender un diálogo sobre el medio ambiente que facilite procesos de decisión transparentes. Y destaca (cap. 6) el poder de la educación para crecer sin dañar el planeta, con una relación espiritual, eclesial, político y teológico.
A continuación, tres frases memorables de cada capítulo:
Capítulo 1. Lo que está pasando en nuestra casa
Tecnología: (20) La tecnología que, ligada a las finanzas, pretende ser la única solución de los problemas, de hecho suele ser incapaz de ver el misterio de las múltiples relaciones que existen entre las cosas, y por eso a veces resuelve un problema creando otros.
Agua: (30) En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la supervivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos.
Cambio climático y lobbies: (49) Por eso, hay que mantener con claridad la conciencia de que en el cambio climático hay responsabilidades diversificadas y, como dijeron los Obispos de Estados Unidos, corresponde enfocarse "especialmente en las necesidades de los pobres, débiles y vulnerables, en un debate a menudo dominado por intereses más poderosos".
Capítulo 2. El Evangelio de la creación
La soberbia de los hombres: (66) La armonía entre el Creador, la humanidad y todo lo creado fue destruida por haber pretendido ocupar el lugar de Dios, negándonos a reconocernos como criaturas limitadas.
Dios, ternura paterna: (73) En la Biblia, el Dios que libera y salva es el mismo que creó el universo, y esos dos modos divinos de actuar están íntima e inseparablemente conectados.
Maltratar otras criaturas aleja de Dios: (83) El fin último de las demás criaturas no somos nosotros. Pero todas avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios, en una plenitud trascendente donde Cristo resucitado abraza e ilumina todo.
Capítulo 3. La raíz humana de la crisis ecológica
El poder tecnológico en pocas manos: Pero no podemos ignorar que la energía nuclear, la biotecnología, la informática, el conocimiento de nuestro propio ADN y otras capacidades que hemos adquirido nos dan un tremendo poder. Mejor dicho, dan a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero.[…] ¿En manos de quiénes está y puede llegar a estar tanto poder? Es tremendamente arriesgado que resida en una pequeña parte de la humanidad.
Poder económico de la tecnología que niega la inclusión: (109) El paradigma tecnológico también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política […]. El mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social.
Las personas antes que el negocio: (128) Dejar de invertir en las personas para obtener un mayor rédito inmediato es muy mal negocio para la sociedad.”
Capítulo 4. Una ecología integral
Salud de las instituciones proporcional al bienestar ambiental: Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales (142).
Los problemas ambientales y los contextos familiares, laborales, urbanos: No hay dos crisis separadas, una ambiental y la otra social, sino una única y compleja crisis socio ambiental (139).
Ecología integral que parte del propio cuerpo: Nuestro cuerpo nos pone en relación directa con el medio ambiente y con los demás seres humanos. La aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria para acoger y aceptar el mundo entero como don del Padre y casa común; en cambio una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio (155).
Ecología ambiental y bien común: (156) En el contexto de hoy “donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos”, esforzarse por el bien común significa una “opción preferencial por los más pobres” (158).
Solidaridad entre generaciones, cita de Benedicto XVI: “Además de la leal solidaridad intergeneracional, se ha de reiterar la urgente necesidad moral de una renovada solidaridad intergeneracional” (162).
Capítulo 5. Algunas líneas orientativas y de acción
La Iglesia invita a un debate y no sustituye a la ciencia:
Hay discusiones sobre cuestiones relacionadas con el ambiente, donde es difícil alcanzar consensos. [...] La Iglesia no pretende definir las cuestiones científicas ni sustituir a la política, pero invito a un debate honesto y transparente, para que las necesidades particulares o las ideologías no afecten al bien común (188).
Faltan decisiones internacionales: Las cumbres mundiales sobre el medio ambiente de los últimos años no respondieron a las expectativas porque, por falta de decisión política, no alcanzaron acuerdos ambientales globales realmente significativos y eficaces (166).
La protección del medio ambiente y la cuestión económica: La protección ambiental no puede asegurarse sólo en base al cálculo financiero de costos y beneficios. El medio ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente (190).
Capítulo 6. Educación y espiritualidad ecológica
La educación y la formación siguen siendo desafíos básicos: Todo cambio requiere motivación y un camino educativo (15). Deben involucrarse los ambientes educativos, el primero “la escuela, la familia, los medios de comunicación, la catequesis” (213).
Cambio de estilo de vida: Una ecología integral también está hecha de simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo (230).
La verdadera felicidad no está en poseer: La felicidad requiere saber limitar algunas necesidades que nos atontan, quedando así́ disponibles para las múltiples posibilidades que ofrece la vida (223). De este modo se hace posible “sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos” (229).

Símbolos de los Cuatro Evangelistas

Símbolos de los Cuatro Evangelistas
Los cuatro autores de los Evangelios (San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan) han sido relacionados simbólicamente con los cuatro seres vivientes del Apocalipsis 4,7:
"El primer Viviente: Marcos: como un León
el segundo Viviente: Lucas:como un Toro
el tercer Viviente: Mateo:tiene un rostro como de Hombre el cuarto viviente:Juan: es como un Aguila en vuelo." Ap 4,7.
El Apocalipsis se inspira en los símbolos del Antiguo Testamento.
Ezequiel 1,10
En cuanto a la forma de sus caras, era una cara de hombre, y los cuatro tenían cara de león a la derecha, los cuatro tenían cara de toro a la izquierda, y los cuatro tenían cara de águila.
Ezequiel 10,1-22 Relata la visión del trono de los querubines con cuatro caras cada uno.
Los Padres de la Iglesia recogieron este simbolismo pero su vinculación a los Evangelistas no siempre coincide. Con el tiempo prevaleció la siguiente:
AUTENTICIDAD Y PROCESO DE REDACCIÓN DE LOS EVANGELIOS
Autenticidad de los Evangelios demostrada por los papiros Bodmer
Procedentes de Egipto y datados entre 175 y 225 d. C., son de los papiros mas antiguos de los Evangelios. Estos papiros coinciden con el "Codex Vaticanus", una de las ediciones mas antiguas de la Biblia. El hecho de que los Evangelios de Lucas y Juan se encontraran unidos en un mismo papiro demuestra que para las primeras comunidades cristianas los Evangelios formaban una unidad. El propósito de los Evangelios es presentar a la Persona del nuestro Señor Jesucristo como el Mesías esperado, el Salvador, el Redentor. Cada Evangelista escribió pensando en un público particular, pero El Espíritu Santo que los movía a escribir quiso que fuesen para todos los hombres de todos los tiempos. No hay un consenso definitivo sobre cuando exactamente se escribieron los Evangelios.
San Mateo:
Era conocido por San Ignacio de Antioquia. Pudo haber sido escrito en Palestina. Sus destinatarios son comunidades compuestas por judeocristianos, conocedores de la Escritura, la cual es citada en unos 130 versículos, y que siguen respetando la Ley ("no penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas" Mt 5:17). Sin embargo, son unas comunidades que se abren a los paganos y que se encuentran ya en tensión con el judaísmo surgido en Yamnia después de la destrucción de Jerusalén. Ante las comunidades perseguidas, Mt. presenta a Jesús como el que ha llevado a cumplimiento todas las expectativas del A.T.
San Marcos:
La fecha no se sabe con certeza. San Ireneo, uno de los Padres de la Iglesia, en su libro "Contra las Herejías" escribió que el evangelio de San Marcos fue escrito después de la muerte de San Pedro y de San Pablo. San Clemente de Alejandría pensaba que se escribió antes de la muerte de San Pedro, muerte que ocurrió en el año 64 d.c. El capítulo 13,5-17, conocido como el "pequeño Apocalipsis", indica que el autor tenía conocimiento de eventos que llevaron a la guerra de los judíos contra los Romanos (66-77 d.c.), pero no parece conocer la caída de Jerusalén en el año 70 d.c. La mayoría de los estudiosos piensan que el evangelio fue escrito poco antes de la caída de Jerusalén que ocurrió en 77 d.c.
El P. O'Callaghan, papirólogo del Pontificio Instituto Bíblico de Roma, identificó en 1972 al papiro "7Q5", de la cueva 7 del Qumrán, como un fragmento del Evangelio de San Marcos. También descubrió que el papiro de Qumrán 7Q4 es una fracción de los capítulos 3 y 4 de la primera carta del apóstol San Pablo a Timoteo. Los papirólogos y científicos han demostrado la autenticidad del descubrimiento de O'Callaghan Esto significa que estas escrituras son anteriores al 80 d.c., lo cual echa por tierra muchas teorías modernas que aseguraban que los evangelios fueron "inventados" posteriormente por la comunidad cristiana.
Este evangelio fue escrito para cristianos gentiles; así lo demuestra al traducir vocablos arameos y explicar costumbres Judías. El uso de latinismos y de la alusión a Rufo y Alejandro (15:21) indica que los destinatarios fueron los cristianos gentiles de Roma, siendo así que ese Rufo es probablemente el citado en la Carta a los Romanos 16:13. También se deja entrever que los destinatarios de este evangelio pertenecen a una comunidad amenazada por la persecución, lo cual cuadra con la Roma de los tiempos de Nerón.
San Lucas:
El mismo evangelista nos dice en el prólogo de su Evangelio (Lc 1:1-4) que utilizó otras fuentes para escribirlo. Muchos estudiosos hoy en día están de acuerdo en que este Evangelio depende del Evangelio de San Marcos. Los eventos le fueron transmitidos por testigos oculares de los mismos.
Probablemete fue escrito entre 80-85 d.c. Vemos también que San Lucas en el capítulo 21:5-38 conoce que Jerusalén ha sido destruida, así que escribió después del año 70 d.c.. Además ni el Evangelio de San Lucas ni el libro de los Hechos hacen mención de la persecución de los Cristianos en la última parte del reinado de Domiciano (81-96 d.c.) Por éstos datos también apoyan que este Evangelio fue escrito entre los años 80-85 d.c. Los comentadores bíblicos, tanto antiguos como modernos, no pueden ponerse de acuerdo en cuanto al lugar en que se escribió. Se sugieren Acaya, Roma y Asia Menor.
Parece que le escribe a una audiencia de origen gentil. San Lucas no relata las preocupaciones Judías de sus fuentes (San Marcos) y ajusta las tradiciones palestinas a la realidad de los gentiles helenos. Es muy posible que San Lucas esté escribiendo para los Cristianos víctimas de la persecución judía durante los comienzos de la reforma de Yamnia. Sin embargo la audiencia predominante de San Lucas son los Cristianos-gentiles.
San Juan
San Juan representa una síntesis Cristológica muy elevada, mucho más allá de la de los tres Evangelios Sinópticos o aún de San Pablo. Se descubrimiento un papiro llamado Rylands (en honor a quien lo descubrió), es un fragmento de un código Egipcio que contenía porciones del Evangelio de San Juan 18: 31-33 y 18:37-38. Algunos dicen que este papiro es del año 135 d.c. Y si esto es así, un tiempo considerable tuvo que haber transcurrido para que el Evangelio de San Juan fuera copiado y circulado antes de que llegara a Egipto. Este Evangelio fue escrito probablemente durante los últimos años del primer siglo de la era Cristiana.
San Juan escribió para personas conocedoras de la cultura judía y al mismo tiempo en contacto con el pensamiento griego; además se les pone en guardia frente al gnosticismo. Se trata de una comunidad cristiana, probablemente la de Éfeso, que se encuentra amenazada en su fe.
En cuanto a la estancia del Apóstol San Juan en Efeso y en la isla de Patmos, la tradición nos dice que vivió un tiempo en Jerusalén y pasó sus últimos años en Éfeso. Se dice que hacia el año 95 d.c. San Juan fue desterrado a la isla de Patmos durante la persecución de Domiciano. Esta isla queda a unos 100 Km de Éfeso. Más tarde durante el reinado de Nerva, hacia el año 96 d.c., le fue permitido regresar a Éfeso y vivió hasta el reinado de Trajano en el 98 d.c. La fecha exacta de su muerte no se conoce; se sabe que fue el último de los Apóstoles en morir y con él, como nos lo enseña la Iglesia, terminó la Revelación Pública.

! La libertad dada por Dios al hombre.!

LA LIBERTAD: Ser libre es una de las mas bellas experiencias y privilegios que un ser humano puede disfrutar, la libertad es ese regalo que Dios nos ha dado de poder elegir sobre que hacer y que decidir sobre nuestra vida, Él esta siempre para guiarnos y corregirnos si nuestras decisiones son malas o equivocadas, pero a fin de cuentas seguimos teniendo nosotros la decisión. La libertad esa capacidad que poseemos todos los seres humanos para escoger voluntariamente entre varias cosas Hay dos maneras de vivir. Podemos vivir por gracia, que es mediante el favor y la ayuda de Dios, o podemos vivir por obras, que es mediante nuestros propios esfuerzos intentando hacer el trabajo de Dios. Un camino produce atadura, y el otro libertad. Por ejemplo, si un padre de familia únicamente conoce que en su casa todos han de atenderle, que tiene el derecho a golpear, a gritar y a mandar, ¿cómo podrá decidir ser cariñoso, amable y servicial con su familia? Si no sabe que el servir a los demás es lo que nos acerca a Dios y nos desarrolla como personas, él, seguramente no lo hará. Seguirá maltratando a sus familiares. Dios, al darnos libertad, quiere que nosotros, libremente, busquemos aquello que nos acerca a Él, crecer como personas, ser mejores. También, nos la dio para que, por nuestra propia y libre voluntad, le busquemos. Si amar es buscar libremente el bien de la persona que amamos, Dios quiere que amemos verdaderamente. El que ama se parece más a Dios, pues ya sabemos que “Dios es amor”, (1Juan 4,8) La libertad, es un derecho que todas las personas tenemos para tomar nuestras propias decisiones y hacer de nuestra vida lo que queramos llegar a ser. Es parte de nuestra naturaleza humana y es un principio básico para que podamos relacionarnos con los demás, sin ella no tendríamos valores.
Podemos expresarla a través de la forma cómo vivimos y cómo nos relacionamos con los que nos rodean.
La libertad no es absoluta, porque no podemos vivir solos, necesitamos y dependemos de las demás personas para vivir mejor. Si quiero vivir en mi libertad, tengo que empezar por respetar la libertad de los que me rodean.
Puedo saber que tan libre soy, cuando me puedo controlar a mí mismo y tengo conciencia de lo que yo pienso, de cómo soy, y cuales son mis valores y mis metas que me llevaran a ser de grande lo que deseo. En Génesis 1:31 se nos menciona que tras acabar la creación, el propio Dios declaró que todo lo creado era bueno en gran manera . Es importante esta afirmación, ya que al ser declarada buena por Dios. El propio Dios ha declarado ser propietario absoluto de toda la creación. Esta es una verdad que una y otra vez repiten los salmos (Salmos 24:1; 89:8-14;). Además, el Señor continua proveyendo y sosteniendo todo lo creado. El salmo 104 es un magistral ejemplo en este sentido. En respuesta a ello, el salmista indica, que toda la creación reconoce y alaba al Señor (Salmo 148).
¿Me acerco más a Dios o va en contra de lo que Dios me pide en alguno de sus Diez Mandamientos?
¿Qué diría Jesucristo de esta decisión?
¿Él, cómo la haría? ¿Ofende mi dignidad como persona o la de alguien?
Con esto que voy a decidir, ¿estoy buscando el bien de los demás o lo hago por egoísmo? QUE ENTIENDO YO COMO PECADO: El Pecado es toda acción u omisión voluntaria contra la ley de Dios, que consiste en decir, hacer, pensar o desear algo contra los mandamientos de la Ley de Dios o de la Iglesia. En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer... Tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente. «El pecado es un misterio, y tiene un sentido profundamente religioso. Para conocerlo necesitamos la luz de la revelación cristiana. El pecado escapa a la razón. Ni la antropología, ni la historia, ni la psicología, ni la ética, ni las ciencias sociales pueden penetrar su profundidad Algunos dicen que Dios no es afectado por el pecado. Efectivamente, no afecta a la naturaleza divina, que es inmutable; pero sí afecta al «Corazón del Padre» que se ve rechazado por el hijo a quien Él tanto ama. Si el pecado no ofendiera a Dios sería porque Dios no nos quiere. Si Dios nos ama, es lógico que le «duela» mi falta de amor. Lo mismo que le agradaría mi amor, le desagrada mi desprecio: hablo de un modo antropológico. A mí no me duele el desprecio de un desconocido; pero sí, si viene de una persona a quien amo. La inmutabilidad (significa: que la naturaleza de Dios no cambia, ni tampoco cambian su carácter ni sus atributos.) de Dios no significa indiferencia. La inmutabilidad se refiere a la esfera ontológica, pero no a la afectiva. Dios no es un peñasco: es un corazón. El Dios del Evangelio es Padre. La Filosofía no puede cambiar la Revelación. Por lo tanto el pecado no es algo que nos cae inesperadamente, como un rayo en medio del campo. El pecado se va fraguando, poco a poco, dentro de nosotros mismos, la opción fundamental en pecar es una decisión libre, que brota del núcleo central de la persona, una elección plena a favor o en contra de Dios. Si peco contra mi projimo tengo que pedir perdon. ( Mateo 5:22, )“Pero yo os digo que todo el que se enoja con su hermano será culpable en el juicio. Cualquiera que le llama a su hermano 'necio' será culpable ante el Sanedrín; y cualquiera que le llama 'fatuo' ( engreída, que se siente superior a los demas ) será expuesto al infierno de fuego.

COMO HIJO DE DIOS Y MI CONVIVENCIA CON LOS OTROS.

YO COMO HIJO DE DIOS Y MI CONVIVENCIA CON LOS OTROS.

Todos los hombres como hijos de Dios.pero quien viva de acuerdo con el mundo, no tiene derecho de llamarse así, eso nos lo dice la Palabra de Dios. ¿Que significa ser hijo y no criatura? ( Gn,1:17.) Nuestro papel como hijos es de deleite en la relación con Dios, de obediencia en amor, de servicio por gratitud, de anhelo de agradarle y de poner muy en alto su Nombre. asi como tambien nuestro amor a Dios esta en el respeto por el medio ambiente que es otra manifestación de nuestro amor hacia Dios y hacia el prójimo, se honra a Dios cuidando lo que Él ha creado y se respeta al prójimo al no destruir el patrimonio ambiental común.                                                                                                                                                                        La Biblia nos dice que Dios en el momento de la creación definió 3 relaciones fundamentales, la primera es la del ser humano con Dios, ya que estamos hechos a su imagen y semejanza (Génesis 1:26), la segunda es entre nosotros, ya que la raza humana fue plural desde el principio (Génesis 1:27), y la tercera, nuestra relación con nuestra buena tierra y sus criaturas, sobre las cuales nos dio dominio (Génesis 1:28-30).                                                                                                                                                         El papa Francisco llamó al mundo a una urgente revolución verde.                                                                                                  En su primera gran encíclica Laudato si, conocida ayer,vincula el cambio climático, la degradación ambiental y la extrema pobreza con el actual sistema económico.
La reciente Encíclica del Papa Francisco ‘Laudato Si’ presenta a la Naturaleza como casa común donde acoger y dialogar con todos el Papa hace un extenso reconocimiento al ecologismo, una cuestión que en la Iglesia católica ha ido creciendo en importancia gracias a científicos, filósofos, teólogos y organizaciones sociales. Por otra parte, señala que el amor a la naturaleza y amor al pobre son una misma exigencia de la dignidad humana El tema es innovador pero, sobre todo, lo es el modo en que la Iglesia se abre, finalmente, a los hombres de buena voluntad” y que prinmeramente su primer destinatario es, abiertamente, toda la humanidad,por lo tanto los católicos deben ser ecologistas,y asume el las palabras del Patriarca Ecuménico Bartolomé: la destrucción ecológica es “un crimen contra la naturaleza es un pecado contra Dios”
El papa Francisco da10 consejos para cuidar el medio ambiete
1. Calefacción. Aconsejó no prenderla y abrigarse,                                                                                                    2. Papel y plástico. Es mejor no usar estos materiales,                                                                                            3. Agua. Reducir su consumo es clave, según el Papa,                                                                                        4. Residuos. Recomendó separar la basura,                                                                                                             5. Comida. Se debe cocinar sólo lo que se va a comer,                                                                                           6. Seres vivos. Es importante tratarlos con cuidado,                                                                                                  7. Autos. Recomendó usar el transporte público,                                                                                                     8. Árboles. Se puede contribuir plantando árboles,                                                                                                9. Luces. Aconsejó apagar las que no se usen,                                                                                                       10. Aires acondicionados. Es mejor moderar su uso.                                                                                                                                                                                                                                                                                                         En (Génesis 4:17), encontramos a que Ada y Eva tuvieron DOS HIJOS cuyos nombres fueron Caín y Abel,a los cuales se les había enseñado la forma correcta de adorar a Dios. El nombre de Caín, básicamente, significa, "lo tengo" o " Aquí está", es probable que el pensamiento de Eva era que Caín fue la semilla que Dios prometió, el libertador que vendría de Eva (Génesis 3:15). Tiene sentido en que Eva dijera: "Tengo al hombre del Señor". Eva pensó que tenía en sus brazos al Mesías, el Salvador de todo el mundo, pero lo que en realidad sostenía en sus brazos era un asesino, Abel fue pastor de ovejas y Caín fue labrador de la tierra, en Génesis 4:9,encotramos a que Dios le preguta a Caín: "¿Dónde está tu hermano Abel?" Y él respondió: "No sé. ¿Soy yo acaso guardián de mi hermano?" “Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos”. (Marcos 12,31),“No te vengarás ni guardarás rencor contre los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Levítico 19,18), o como lo expresa el Evangelio de Mateo: “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”
Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan” (Mateo 5,43-44),y ademas Jesus nos pide tambien AMAR A NUESTROS ENEMIGOS Y BENDECIRLOS. Asi tambien Dios creó la tierra y la encomendó al cuidado del hombre (Génesis 1).
La creación tiene profunda consecuencia en nuestro pensamiento,y nos hacen respetuosos de la tierra, de toda creación material en fin, ya que son el escenario de la historia que Dios ha creado y que recreará. Además, de la misma manera en que nuestra comprensión del destino futuro de nuestros cuerpos en la resurrección nos motiva a cuidar nuestros cuerpos
Dios nos ha dado el sentido común, para que podamos aplicarlo en la vida diaria, en todo cuanto se refiere a la naturaleza y así nos demos cuenta que no terminaríamos bien si fuéramos sedentarios en extremo, si nos comiéramos o comiéramos mal, o no nos bañáramos, o no respiráramos aire limpio y demás.
Se debe aplicar entonces ese mismo sentido común en lo referente al cuidado del medio ambiente, no necesito un versículo bíblico ni un mandamiento que diga: "No contaminarás el agua" o "No derrocharás energía" ya que nos podemos darmos cuenta por mi mismo con la sabiduría que Dios nos ha dado que estas son acciones negativas que me afectan para mal a mi, a otras personas y al medio ambiente en general, la Tierra le pertenece a Dios porque Él la creó, y nos pertenece a nosotros porque nos la delegó,no significa que nos la haya entregado renunciado a sus derechos sobre ella, sino que nos dio la responsabilidad de preservar y desarrollar la tierra, de cuidarla en su nombre, Dios crea por amor y ama a todas sus criaturas. Todo cuanto existe ha sido hecho por Dios. El Señor crea porque ama. Todo cuanto existe en el cosmos es obra de Dios; el universo es una criatura del Señor. Los cielos, la tierra, el hombre, los animales, las plantas y las flores, todo ha sido hecho por la palabra de Dios. San Juan evangelista proclama que todo ha llegado a la existencia por medio del Verbo de Dios. (Jn 1,3). Desde siempre el hombre ha tenido que compartir con los animales o disputarles a ellos su espacio vital,por lo tanto debemos atender y cuidar los animales, y no olvidar que son criaturas de Dios. Dios nos hace entender de que todos somos obras de sus manos y que por lo tanto debemos de cuidarnos los unos y los otros mas nos dice en Lev 1:1s, nos da a conocer la distinción que hay entre animales puros e impuros, entre los que se podían comer y los que estaban prohibidos,la razón era la santidad del pueblo israelita, que debía abstenerse de tocar y comer cosa que no se considerase en consonancia con esa santidad, conforme a lo que se dice en Lev 11:14: “Vosotros seréis santos, dice el Señor, porque yo soy santo, y vosotros no debéis contaminaros.”
No comerás nada que sea abominable solicitan la Sagrada Escritura: “los animales que podréis comer: buey, carnero, cabra, ciervo, gacela, gamo, cabra montesa, antílope, búfalo, gamuza. Y todo animal de pezuña partida, hendida en dos mitades, y que rumia, lo podéis comer,el camello, la liebre y el damán, que rumian pero no tienen la pezuña hendida; los tendréis por impuros, el cerdo, lo tendréis por impuro. No comeréis su carne ni tocaréis su cadáver. De entre todo lo que vive en el agua, podéis comer lo que tiene aletas y escamas lo podéis comer. Pero no comeréis lo que no tiene aletas y escamas: lo tendréis por impuro.
Podéis comer toda ave pura, pero las siguientes no las podéis comer: el águila, el quebrantahuesos, el águila marina, el buitre, las diferentes especies de halcón, todas las especies de cuervo, el avestruz, la lechuza, la gaviota y las diferentes especies de gavilanes, el búho, el ibis, el cisne, el pelícano, el calamón, el somormujo, la cigüeña, las diferentes especies de garza real, la abubilla y el murciélago, el poder que tiene el hombre sobre los animales no incluye, ni el maltrato ni la facultad de matarlos por diversión.
Estamos llamados a ser una vida que ha de vivir en medio de todo lo creado, el hombre desea y lucha por vivir, y los animales desean y luchan por vivir, la naturaleza tambien tiene ese papel de lucha, el hombre es un incansable trabajador por la paz, y esta paz se hace con amor y compasión y estas virtudes tienen que comprender todas las criaturas vivientes.