sábado, 16 de enero de 2016

COMO ANUNCIAR LA CRUZ DEL SEÑOR JESUCRISTO.

CÓMO ANUNCIAR HOY LA CRUZ DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO (LEONARDO BOFF)

Cambian los clavos, otros son los verdugos; la víctima sigue siendo la misma: Cristo que es crucificado y agoniza en los pobres, oprimidos y pequeños. ¿Cómo traducir, en la predicación, la primacía paulina de la sabiduría de la cruz?

Es preciso ampliar nuestra comprensión de cruz y de muerte. Muerte no es solamente el último momento de la vida. Es la vida toda que va muriendo, limitándose, hasta sucumbir en un límite último. Por esto preguntar: ¿Cómo murió Cristo? equivale a preguntar: ¿Cómo vivió? ¿Cómo asumió los conflictos de la vida? ¿Cómo acogió el caminar de la vida que va hasta terminar de morir? Él asumió la muerte en el sentido de haber asumido todo lo que trae la vida: alegrías y tristezas, conflictos y enfrentamientos, por causa de su mensaje y de su vida.

Algo semejante vale para la cruz. Cruz no es solamente el madero. Cruz es aquello que limita la vida (las cruces de la vida), que hace sufrir y dificulta el andar, por causa de la mala voluntad humana (cargar la cruz de cada día). ¿Cómo soportó Cristo la cruz? Buscó el espíritu que hacía evitar la producción de la cruz para sí y para los otros. Quien ama y sirve, no crea cruces para los demás por su egoísmo, por la mala calidad de la vida que genera. Anunció la buena nueva de la Vida y del Amor. Se entregó por ella. El mundo se cerró a él, le creó cruces en su camino y finalmente lo levantó en el madero de la cruz.
Continuó amando, a pesar del odio. Asumió la cruz en señal de fidelidad para con Dios y para con los seres humanos. Fue crucificado por Dios (fidelidad a Dios) y crucificado por los seres humanos y para los seres humanos (por amor y fidelidad a los seres humanos).

EL MISTERIO Y LA MÍSTICA DE LA CRUZ

Vivir la cruz de Nuestro Señor Jesucristo implica una mística de vida. Esta mística se asienta sobre un misterio: el misterio de una vida que se genera donde aparece la muerte, el misterio de un amor donde se manifiesta el odio.

Por una parte es el símbolo del misterio de la libertad humana rebelde: es producida por la voluntad de rechazo, de venganza y de autoafirmación hasta la eliminación del otro.

Por otra parte, es símbolo del misterio de la libertad humana en su poder: la cruz es símbolo de otro tipo de vida, descentrada de sí misma, vida del profeta, del mártir, de la persona del Reino de Dios. No provoca la cruz, sino que la soporta; no sólo la soporta, sino que también la combate, y al combatirla es hecho víctima; al ser crucificado, puede transfigurarla, haciéndola sacrificio de amor por los otros. Es pues, símbolo del hombre y la mujer nuevos y vivientes. Es símbolo de amor.

Cada cruz contiene una denuncia y un llamamiento. Denuncia el cerrarse de lo humano sobre sí mismo hasta el punto de crucificar a Dios. Es un llamamiento a un amor capaz de soportarlo todo, hasta el punto de que el Padre entrega a su propio Hijo a la muerte por sus enemigos. La cruz se presenta así como esencialmente ambigua. Mantener permanentemente esta ambigüedad es condición para preservar su carácter crítico, acrisolador, tanto de las pretensiones de auto-afirmación humana como de nuestra imagen de Dios, impasible ante el dolor de los crucificados de la historia.

 Predicar la cruz es una invitación a un acto extremo de amor y de confianza y de total descentramiento de sí mismo para centrarse en Alguien que nos sobrepasa infinitamente y para arriesgarse al Misterio. Tanto el perdón como la confianza constituyen las formas por las cuales no dejamos que el odio y la desesperación se queden con la última palabra. Es el gesto supremo de la grandeza del ser humano.

Predicar la cruz hoy, es predicar el seguimiento de Jesús. Es anuncio  del compromiso para hacer cada vez más imposible que unos seres humanos continúen crucificando a otros seres humanos. Vivir así, es vivir ya la resurrección, es vivir a partir de una Vida que la cruz no puede crucificar. Predicar la cruz significa: seguir a Jesús. Y seguir a Jesús es per-seguir su camino, pro-seguir su causa y con-seguir su victoria.

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