jueves, 29 de octubre de 2015

Nuestro medico catolico (N..2.)

2.3. La Salud

Consecuentemente el médico deberá darse cuenta que la salud es complexiva y no se debe hablar de la salud corporal como algo radicalmente distinto de la salud completa que llamamos salud eterna o bien salvación. Por eso el ministerio del médico es un ministerio ecle-sial que se dirige a la salvación misma del hombre desde su cuerpo, pero que entraña sus demás aspectos.

Así describimos la salud como una tensión dinámica hacia la armonía física, psíquica, social y espiritual y no sólo la ausencia de enfermedad, que capacita al hombre para llevar a cabo la misión que Dios le ha encomendado, según la etapa de la vida en la que se encuentre.

La misión del médico es por tanto ocuparse de que se tenga esta tensión dinámica hacia la armonía integral, tal como se requiere en cada etapa de la vida de este hombre concreto que es su paciente, de ma-nera que pueda llevar a cabo la misión que Dios le ha encomendado. De aquí la incongruencia de reducir la función médica al sólo aspecto físico-químico de la enfermedad, su función es integral y además no puede ser estática, sino que debe de insertarse dentro del dinamismo del paciente que tiende hacia su propia armonía.

En este contexto, la muerte no aparece como la frustración del médico, sino como su triunfo, ya que ha acompañado a su paciente de manera que éste haya podido hacer rendir sus talentos al máximo en cada etapa de la vida y cuando ésta llega a su final, cesa la función médica, no en un grito de impotencia, sino en la satisfacción de la mi-sión cumplida, tanto de parte del paciente, como de parte del mismo médico.

Así el médico verdaderamente está con Cristo y se identifica su profesión en esta comunión con Cristo mismo y entonces el médico se une con nuestro Padre Dios como un hijo con su Padre, y su amor profesional se vuelve la acción del Amor de Dios en sí mismo, que es el Espíritu Santo. Por eso el médico cristiano es aquel que es guiado siempre por el Espíritu Santo. Desde el Espíritu Santo y con el Espíritu Santo se entiende toda la simpatía que deba existir entre el médico y el paciente, toda la debida humanización de la medicina y toda la exi-gencia hacia la actualización y formación permanente, pues el Amor del Espíritu Santo hace al médico una persona esencialmente abierta para los demás, es a lo que se ha obligado ante Dios por su profesión de Fe que significa su profesión médica. Así llegamos a delinear aho-ra el tercer rasgo de la identidad médica, ser para los demás, es el "PARA" de su vocación y de su identidad profesional.

3. "PARA"
Cuando Dios ha elegido a Moisés, es muy claro que lo ha hecho para que saque a su pueblo del poder de los egipcios, dice Dios, "He baja-do para salvarlos del poder de los egipcios" ( Ex 3,8).

El médico no puede encerrarse en sí mismo. No puede simplemente pensar que ya tiene suficiente dinero, que ya no necesita trabajar, y que por tanto ahora se retira de su profesión, un verdadero médico es médico para toda la vida, si verdaderamente ha recibido esta vocación, la tendrá para siempre y la deberá ejercer para la humanidad como una misión precisamente recibida para bien de todos, y de la cual deberá dar cuenta a Dios cuando El le diga "estuve enfermo y me fuiste a ver" (Mt 25, 36.43).

3.1. Apertura al paciente
Decíamos que el amor de la profesión médica se calca en el amor de Dios que es difusivo de sí. No puede encerrar su conocimientos en puras teorías y laboratorios, sino que debe de expanderlos en favor de la comunidad. Ha recibido el don de vigilar y hacer crecer la vida. Su vocación es para la vida, nunca para la muerte, sería cegar la misión que Dios le ha encomendado a cada persona humana. Al ministerio religioso se acopla hoy, dice el Papa Juan Pablo II, el ministerio tera-péutico de los médicos en la afirmación de la vida humana y de todas aquellas singulares contingencias en las cuales la misma vida puede estar comprometida por un propósito de la voluntad humana. En su más profunda identidad llevan consigo el ser ministros de la vida y nunca instrumentos de muerte. Esta es la naturaleza más íntima de su noble profesión. Están llamados a humanizar la medicina y los lugares en los que se ejerce, y a hacer que las tecnologías más avanzadas se usen para la vida y no para la muerte; teniendo siempre como supre-mo modelo a Cristo, médico de los cuerpos y de las almas .

El médico católico, dice el Papa Pío XII, debe poner a disposición de los enfermos su saber, sus fuerzas, su corazón y su devoción. Debe comprender que él y sus pacientes se encuentran sujetos a la voluntad de Dios. La medicina es un reflejo de la bondad de Dios. Debe ayudar a que el enfermo acepte su enfermedad, y él mismo debe cuidarse del encandilamiento de la técnica y hacer fructificar los dones que Dios le ha dado y no ceder a las presiones para realizar atentados contra la vida. Debe permanecer fuerte frente a las tentaciones del materialismo .

El buen médico debe tener así las virtudes dianoéticas y las políticas y hacer de ellas una virtuosidad, esto es, un hábito, de manera que tanto las virtudes que ven a las ciencias teóricas como aquellas que ven a las prácticas, se encuentren en él como si fueran su segunda naturaleza .

3.2. Cualidades fundamentales del médico

Así se han llegado a tipificar las cualidades fundamentales del médico en 5 renglones: Conciencia de responsabilidad, humildad, respeto, amor y veracidad. La conciencia de responsabilidad lo lleva a trabajar con el enfermo y ser consciente de que el médico es el que da la di-rección; la humildad le dice que el médico vale por sus enfermos y no al revés, la humildad lo hace reconocerse como deudor del enfermo; el médico no puede hablar de "sus" pacientes, sino más bien los en-fermos hablarán de "su" médico. El médico debe recibir a sus enfer-mos como está escrito en el dintel de un viejo hospital alemán: "recipere quasi Christum", debe recibir a sus enfermos como si fueran el mismo Cristo. El respeto y el amor al enfermo, del que hemos ya hablado, fundamentan su humildad, se sabe depositario de una misión para la cual no tiene las fuerzas necesarias, sino que las recibe de quien lo envía para la misma. La veracidad entraña ser consciente de la gran confianza que le tiene el enfermo al revelarle sus intimidades; se exige veracidad en el diagnóstico y en la terapia, no sólo en el plano corporal sino integral, mental, social, psíquico, espiritual; nunca debe de experimentar en el enfermo si en ello se encuentra un peligro desproporcionado al bien que se pretende alcanzar, que esto sea ab-solutamente necesario y que el enfermo esté de acuerdo; debe comu-nicar al enfermo el desarrollo de su enfermedad, decirle la verdad de su estado cuándo y cómo sea más oportuno. Debe complementar su acción con la acción del sacerdote pues ambas misiones, la del sacerdote y la del médico, se encuentran estrechamente enlazadas .

3.3. Retrato del Médico

No deja de tener actualidad el "Retrato del perfecto médico" que en la España del siglo XVI, con el lenguaje florido de aquella época describió Enrique Jorge Enriquez y que dice así: "El médico ha de ser temiente del Señor y muy humilde, y no soberbio y vanaglorioso, y que sea caritativo con los pobres, manso, benigno, afable y no vengativo. Que guarde el secreto, que no sea lenguaraz ni murmurador, ni lisonjero ni envidioso. Que sea prudente, templado, que no sea demasiado osado..., que sea continente y dado a la honestidad y recogido; que trabaje en su arte y que huya de la ociosidad. Que sea el médico muy leído y que sepa dar razón de todo" .

En la actualidad hablaríamos de la excelencia médica, sería lo que Aristóteles llamaba el "Teleios iatrós" (perfecto médico), o Galeno, "Aristós iatrós" (Médico mejor).

3.4. Moral y Derecho

Habíamos dicho en un principio que la profesión médica es algo que excede al Derecho y se sitúa dentro de los marcos de la Moral, y es cierto, pero no por eso puede prescindir del Derecho médico. Un Derecho médico sin una Moral adecuada, sería una arbitrariedad fundada en intereses inconfesables; una Moral sin un Derecho médico quedaría en principios generales sin aplicación directa. Las normas del Derecho médico deben ser suficientemente claras y breves para facilitar la acción del médico. El principio conductor siempre es el mismo: la finalidad del médico es socorrer y sanar, no hacer el mal ni matar.

Mención especial merece pues el campo de la Etica, el campo de la Moral, en el que el médico debe ser competente, pero en el que tantas veces no es un especialista; por eso se exigen los comités de Bioética en cada centro de salud, y también su erección en los centros docentes, en franco diálogo con los especialistas en las diversas materias implicadas.

De esta manera el médico se capacita para dar testimonio de Dios en todos los ambientes médicos, sindicales, políticos, etc., incluso, pueden ser válidos portadores del diálogo ecuménico y con otras religiones, ya que la enfermedad no conoce las barreras religiosas. Así el médico activamente pertenecerá a la Iglesia como persona individual y como grupo .

3.5. Trabajo en equipo

Para llevar a cabo esta misión tan exigente, el médico no puede quedarse encerrado en su propia individualidad, debe abrirse en primer lugar a otros médicos y tener la humildad suficiente para trabajar en colaboración y en equipo; tanto en cuestiones estrictamente fisiológicas, como en especial en aquellas relacionales que tienen que ver con campos que no necesariamente domina y que en cierto modo caen fuera de su competencia, vgr., aspectos sociológicos, antropológicos, políticos, de campos técnicos más allá de su profesión, vgr., todo lo referido al campo estricto de la informática.

En cierta forma, dentro de esta apertura, en el campo español de la medicina se diseña lo que dos autores llaman el decálogo del nuevo médico y lo expresan así:
1. Trabajo en equipo multidisciplinar y con un responsable final único.
2. Cuanto más científico sea el profesional, mejor.
3. Se reforzarán los aspectos humanos en el ejercicio profesional.
4. Se ajustará la actuación a protocolos diagnósticos y terapéuticos científicos consensuados.
5.Tendrán conciencia del gasto. Utilizará además de los protocolos, guías de buena práctica.
6. Facilitará la convivencia y la solidaridad con los compañeros de trabajo y con los enfermos.
7. Pensará que todo acto asistencial puede comportar una actuación preventiva, e incluso, de promoción de la salud.
8. Tendrá presente en todo momento la necesidad de cuidar de la satisfacción del usuario del servicio.
9. Se reforzarán las Unidades de Atención al paciente, difundiendo las quejas y sugerencias que se produzcan entre las personas a quienes afecte. Se realizarán frecuentes encuestas de opinión.
10. Será fundamental aplicar los principios éticos a las ac-tividades profesionales.

Conclusión

Ser médico católico es un ministerio que surge de una vocación en la Iglesia. Es el ministerio terapéutico. Está ligado fuertemente a Dios nuestro Padre, transparentando a Cristo médico, lleno del Amor que es el Espíritu Santo. Ser médico es un camino para llegar a la plenitud del ser humano; incoar ya la resurrección. Comporta una proximidad e intimidad especial con Dios, a la vez que significa una apertura y una donación total a los demás. Esta es la identidad católica del médico, ser la transparencia de Cristo que sana.

Ser profesor católico de medicina es tener la profundidad de mirada para poder ver en la misma muerte la resurrección. Pero no sólo, es la capacidad de intuir en la salud una tensión armónica que camina hacia la plenitud, de acuerdo a las diversas etapas de la vida de las personas; y es palpar en las ciencias, técnicas y artes médicos la fuerza omnipotente de Dios que resucita a su Hijo Jesucristo y que nos da ya un pregustar de la resurrección en los adelantos médicos. Ser profesor católico de medicina es enseñar al Amor con el que el Espíritu Santo entrega al Padre a Jesucristo en la cruz, y con su fuerza amorosa lo resucita. Ser profesor católico de medicina es enseñar al médico a ser la caricia amorosa de Dios que cuida de sus hijos en la enfermedad y en la muerte, haciéndoles más llevadera su condición y abriéndolos a una esperanza total de una salud que no será ya tensión hacia la armonía, sino la armonía total del amor. Ser profesor católico de medicina es enseñar al médico a ser la transparencia de Cristo que sana,

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