jueves, 29 de octubre de 2015

Concilio Vaticano II 1ra Parte y 2ra Parte.

El Concilio Vaticano II fue un concilio ecuménico de la Iglesia católica convocado por el papa Juan XXIII, 
quien lo anunció el 25 de enero de 1959. 
Fue uno de los eventos históricos que marcaron el siglo XX. 
El Concilio constó de cuatro sesiones: 
la primera de ellas fue presidida por el mismo papa en el otoño de 1962. 
Él no pudo concluir este Concilio ya que falleció un año después, (el 3 de junio de 1963). 
Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el papa Pablo VI, hasta su clausura en 1965. 
La lengua oficial del Concilio fue el latín. 
Comparativamente, fue el Concilio que contó con mayor y más diversa representación de lenguas y etnias, con una media de asistencia de unos dos mil padres conciliares procedentes de todas las partes del mundo. 
Asistieron además miembros de otras confesiones religiosas cristianas. 
El Concilio se convocó con los fines principales de:
• Promover el desarrollo de la fe católica. 
• Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles. 
• Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo. 
• Lograr la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente las orientales. 
Se pretendió que fuera un aggiornamento o puesta al día de la Iglesia, renovando los elementos que más necesidad tuvieran de ello, revisando el fondo y la forma de todas sus actividades. Pretendió proporcionar una apertura dialogante con el mundo moderno, actualizando la vida de la Iglesia sin definir ningún dogma, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio frente a problemas actuales y antiguos.                                                                     El Concilio Vaticano I (1869-1870) 
no había terminado debido a la suspensión impuesta por el estallido de la guerra franco-prusiana.
Algunos querían que se continuara este concilio pero no fue así.
Los sectores más liberales o modernistas dentro de la Iglesia lo
consideran uno de los cinco concilios más importantes (Niceno I, Calcedonense, Lateranense IV, Tridentino y Vaticano II).
Trató de la Iglesia, la revelación, la liturgia, la libertad religiosa, etc. siendo sus características más importantes la renovación y la tradición.
En cambio, los sectores más conservadores aplican un término llamado la hermenéutica de la continuidad para leer los textos conciliares a la luz de la Tradición y del Magisterio bimilenario para que no entre en contradicción.
Por su parte, sectores tradicionalistas minoritarios, como la Hermandad San Pío X, denuncian que el Concilio enseña errores y que hay puntos que deben ser condenados porque contradicen abiertamente la Tradición, el Magisterio Papal y de los anteriores Concilios de la Iglesia católica.
Antecedentes A lo largo de los años 1950, la investigación teológica y bíblica católica había empezado a apartarse del neoescolasticismo y el literalismo bíblico que la reacción al modernismo había impuesto desde el Concilio Vaticano I.
Esta evolución puede apreciarse en teólogos como los jesuitas Karl Rahner o John Courtney Murray, que se habían venido esforzando por integrar la experiencia humana moderna con el dogma cristiano, así como en otros: el dominico Yves Congar, Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XVI), Henri de Lubac y Hans Küng que buscaban lo que veían como una comprensión más ajustada de la Escritura y de los Santos Padres, un retorno a las fuentes (ressourcement) y una actualización (aggiornamento).
Al mismo tiempo los obispos de todo el mundo venían afrontando tremendos desafíos asociados al cambio político, social, económico y tecnológico.
Algunos de ellos aspiraban a formas nuevas de responder a esos cambios. El Concilio Vaticano I, desarrollado casi un siglo antes, había sido interrumpido cuando el ejército italiano entró en Roma en los momentos finales de la unificación italiana.
Sólo habían concluido las deliberaciones relativas al papel del papado, dejando sin resolver los aspectos pastorales y dogmáticos concernientes al conjunto de la Iglesia.

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