domingo, 18 de octubre de 2015

! Dios perdona, pero también castiga.!


El perdón es a la Misericordia lo que el castigo es a la Justicia. Adán y Eva expulsados del paraíso
« Y habiendo expulsado al hombre, puso delante del
jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante,
para guardar el camino del árbol de la vida » Génesis 3,24 Destrucción de Sodoma y Gomorra
« Entonces Yahveh hizo llover sobre Sodoma y Gomorra
azufre y fuego de parte de Yahveh.Y arrasó aquellas
ciudades, y toda la redonda con todos los habitantes de
las ciudades y la vegetación del suelo » Génesis 19:24-25. Comencemos ante todo, por reconocer en qué consiste nuestra esperanza
y nuestra debilidad como hombres:
« Cuando Dios se revela y llama al hombre, éste no puede responder
plenamente al amor divino por sus propias fuerzas. Debe esperar que
Dios le dé la capacidad de devolverle el amor y de obrar conforme a los
mandamientos de la caridad. La esperanza es aguardar confiadamente la
bendición divina y la bienaventurada visión de Dios; es también el temor
de ofender el amor de Dios y de provocar su castigo » Catecismo § 2090
No se niega el hecho de que Dios sea Misericordioso y pueda perdonar,
pero no podemos olvidar que también es Justo y puede castigar. En ningún
momento deja de ser misericordioso ni justo. Por ejemplo, Dios no perdona a
todos, sino solamente a quienes se arrepienten y tienen propósito de enmienda,
precisamente porque así lo exige su justicia, aún ejerciendo su misericordia
es justo. (cf. Sabiduría 12,22; Salmos 99,8)
« Escribe un sabio autor que más almas envía al infierno la misericordia
que la justicia de Dios, porque los pecadores, confiando temerariamente en
aquélla, no dejan de pecar, y se pierden. El Señor es Dios de misericordia,
¿quién lo niega? Y, sin embargo, ¡ a cuántas almas manda Dios cada día
a penas eternas! Es, en verdad, misericordioso, pero también es justo; y
por ello se ve obligado a castigar a quien le ofende. Usa de misericordia
con los que le temen (Sal., 102, 11-13) » San Alfonso María de Ligorio (Doctor
de la Iglesia), Preparación para la muerte, Consideración XXIII, punto II. El pecador sin embargo no tiene porque desanimarse ante esta realidad,
antes bien debe tener claro que en todo momento depende de la gracia de
Dios, incluso para su necesaria conversión, la clave está en responder bien
a la gracia recibida.
«Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo,
quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón
de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis
según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas. » Ezequiel
36,26-27
Como hemos visto hay normas que seguir y para Dios es fundamental la
obediencia como muestra de nuestro amor. “Si me amáis, guardaréis mis
mandamientos” dice el Señor (cf. Juan 14,15). Cuando desobedecemos
los mandamientos nos hacemos merecedores del castigo de Dios que de
ninguna forma es muestra de odio sino precisamente de amor.
« Lo que es grandísima prueba de su amor, con los castigos temporales
que Dios nos envía, y padecemos con resignación » Concilio de Trento,
Sesión XIV, Capítulo IX De las obras satisfactorias (cf. DS 1693)
« No rechaces, hijo mío, el castigo del Señor, no te enfades por su
reprensión, porque el Señor reprende a los que ama como un padre
a su hijo muy querido » Proverbios 3,11-12
« No llores, todavía hay un gran número de almas que Me aman
mucho, pero Mi Corazón desea ser amado de todos y, debido a que
Mi amor es grande, los amenazo y los castigo.» Santa María Faustina
Kowalska, Diario ‘La Divina Misericordia en mi alma’, 1703
A continuación entenderemos como funciona el castigo de Dios a la luz
de la Teología Dogmática, disciplina que estudia todo lo relativo a dogmas
de fe. Todas las fuentes tienen aprobación NIHIL OBSTAT, esto quiere decir
que no hay nada contrario a la fe o la moral. Castigo y pena
El castigo es simplemente la pena que se impone a quien ha cometido
un delito o falta.
« Pena: Es la privación de un bien que una criatura racional sufre
involuntariamente por una culpa propia. La pena es, pues, un mal
 que se deriva de otro mal
Aunque el mal, como defecto del bien, sigue naturalmente la suerte
de todo ser finito, sin embargo sabemos por la Revelación que Dios
había creado al hombre en un estado tal que, si él no hubiera pecado,
no habría sufrido mal ninguno.
Como consecuencia de la culpa original, el mal invadió el mundo
bajo la forma de pecado y de pena.
La pena se divide en concomitante e infligida: la primera se deriva
naturalmente de la culpa y la acompaña, como p. ej., el remordimiento
o la pérdida de la honra; la segunda la impone el juez (Dios o el
hombre) en relación con la culpabilidad, La pena infligida puede ser,
además, medicinal o vindicativa, según que el juez la imponga para
inducir al reo de la contumacia al arrepentimiento o para restablecer
el orden violado. En el terreno teológico, la pena infligida por Dios a
quien muere obstinado en la culpa grave se divide en pena, de daño
(pérdida de Dios) y pena de sentido (sufrimiento positivo impuesto
por Dios) »

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