viernes, 23 de octubre de 2015

PORTA FIDEI- LA PUERTA DE LA FE

LA FE Y LA NUEVA EVANGELIZACIÓN Reflexión sobre la fe y la nueva evangelización Con motivo del “Año de la Fe” ( 11/X/2012- 24/11/ 13) proclamado por el Papa Benedicto XVI, coincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II, en el veinte aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, y en sintonía con el Sínodo de Obispos (octubre 2012) dedicado a la Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana, see redescubrir los contenidos fundamentales de la fe desde una perspectiva bíblica y cristológica, misionera y catequética. Y así vivir la fascinante aventura terrena de la fe cristiana y el alimento espiritual de la Palabra de Dios para nuestro camino. “Al llegar (Pablo y Bernabé a Antioquía) reunieron a la Comunidad y les contaron lo que Dios había hecho por su medio y cómo había abierto a los paganos la puerta de la fe” (Hch 14,27) La Revelación de Dios Padre. El rostro de dios en la Sagrada Escritura. “La puerta de la fe que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia” (Benedicto XVI: Carta apostólica Porta Fidei, n. 1) La Encarnación del Hijo de Dios “Profesar la fe en la Trinidad-Padre, Hijo y Espíritu Santo- equivale a creer en un solo Dios que es amor: el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor” (Benedicto XVI: Carta apostólica Porta Fidei, n. 1) La Predicación del Reino de Dios. Las bienaventuranzas y el sermón de la montaña, centro del mensaje de Jesús de Nazaret “La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y de gozo” (Benedicto XVI: Carta apostólica Porta Fidei, n. 7) La muerte y resurrección de Jesucristo: primer anuncio misionero de la Iglesia cristiana “En el misterio de su muerte y resurrección, dios ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de la vida mediante la remisión de los pecados” (Benedicto XVI: Carta apostólica Porta Fidei, n.6) El don del Espíritu Santo y el compromiso misionero de la Iglesia “Es el don del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio” (Benedicto XVI: Carta apostólica Porta Fidei, n.10) La fe cristiana es ante todo, un don, un regalo inmerecido y gratuito. Un don, que, por la benevolencia de Dios, se ofrece a todos, pero que no se impone a nadie. “El creyente lo es, por la gracia de Dios”. El incrédulo, a pesar de la gracia. Pero no son pocos los creyentes que pueden labrar su desgracia, si olvidan, frente a los ateos, que es la gracia divina, y no exclusivamente su personal esfuerzo, la que mantiene al hombre en pie de fe. La fe, como don de Dios, es impulso vigoroso, es apoyo, fuerza, seguridad y certeza. No es ni evidencia ni mero sentimiento. Pero es inviolable “certidumbre” interior, que mueve al hombre, desde dentro, no solo a prestar asentimiento a unas determinadas verdades, sino, sobretodo, a adherirse incondicionalmente a la persona de Jesús. La fe abarca y compromete al hombre entero. Es apertura libre y encuentro personal, es acogida y entrega total. El cristiano, y singularmente, el cristiano-religioso, tiene que ser un testigo del Dios vivo. Un testigo que ha experimentado, en la incertidumbre inviolable de la fe, la realidad infinita de ese Dios incomprensible- siempre mayor- como el verdadero misterio de la propia existencia. Sólo se puede ser testigo desde una experiencia viva, personal e inmediata. En este campo nadie puede suplir a otro, porque cada persona es irreemplazable, tampoco se puede vivir de herencia. Porque Dios es incomprensible, no hay que pretender abarcarle. Más bien, hay que dejarse invadir por él y sumergirse en su absoluta infinitud de Amor, no oprime nunca con su grandeza, sino que libera al hombre de sus propios límites. La fe exige y engendra en nosotros la verdadera humildad: es su misma raíz. La fe y la humildad son el camino normal por el que Dios se da al hombre.”En verdad, en verdad os digo, que el que escucha mi palabra y cree al que me envió, tiene la vida eterna, y no es juzgado porque pasó de la muerte a la vida.(Jn 5,24) En el nº 8 de dicho documento, el Papa dice:”Queremos celebrar este Año de manera digna y fecunda. Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y en nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo”.

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