sábado, 19 de marzo de 2016

La Resurrección como Iniciación


La Resurrección de Cristo no era interpretada de una forma literal sino simbólica. Ella simbolizaba la forma como era posible  experimentar la presencia de Cristo a un nivel espiritual; ella es el momento de la iluminación, el momento en que se alcanza la gnosis. Sobre este asunto, el Tratado sobre la Resurrección dice:
No supongan que la resurrección es una aparición.En vez de eso lo que deberíamos de  sostener es que es el mundo que constituye una aparición y no la resurrección. Esta es una revelación de aquello que en verdad existe y una migración para lo nuevo.
El autor de este texto considera la existencia humana normal como una muerte espiritual y que, a través de la Resurrección, el hombre se vuelve espiritualmente vivo. En el “Evangelio de Felipe” encontramos presente la misma idea: Tú viste el Espíritu, tú te convertiste en el Espíritu. Tú viste al Cristo, tú te convertiste en el Cristo. Tú viste al Padre, tú te convertiste en el Padre.
“Para los cristianos de los primeros siglos, Cristo era el símbolo vivo de la propia divinidad en ellos, el fruto glorioso del germen que ellos forjaban en su propio corazón. La doctrina del Cristianismo Esotérico no era la salvación por un Cristo exterior, sino la glorificación y la perfección de todos en el Cristo interior.”
El Cosmos
De la misma manera que la tradición hindú, la filosofía gnóstica se asienta en la concepción de un Dios Absoluto, la Divinidad Suprema, Transcendente a todo el universo manifestado. Este Dios es El único Señor y Dios  Pues no fue generado  Por consiguiente, en la acepción debida, el único Padre y Dios es aquél que no fue generado por nadie.
La Raíz de Todo, el Inefable que reside en la Mónada. Reside por sí sólo en el silencio ya que, al final, El era una Mónada, y nadie existió antes que El.
En el “Libro de Melquisedec”, del Evangelio del Mar Muerto, se nos da una magnífica descripción del Dios Inmanifestado:
Antes de que existiese una estrella brillando, antes de que hubiese ángeles cantando, ya había un cielo, el hogar del Eterno, el único Dios. Perfecto en Sabiduría, Amor y Gloria, el Eterno vivió una eternidad, antes de concretizar Su bello sueño, la creación del Universo. Los incontables seres que componen la creación fueron, todos, ideados con mucho amor. Desde el ínfimo átomo a las gigantescas galaxias, todo mereció Su suprema atención.
Valentín, uno de los más sabios entre los gnósticos, comienza su exposición filosófica con la premisa de que Dios es esencialmente indescriptible: nada se puede decir acerca de su Seidad pues el mismo concepto está mucho más allá de nuestra comprensión. No en vano sugiere que el Divino puede ser considerado como una deidad “consistiendo, por un lado, en el Inefable, la Profundidad, el Padre Primordial; y, por otro lado, en la Gracia, el Silencio, el Vientre y la Madre-de Todo”. La misma idea puede encontrarse en dos textos más recientemente hallados, “o Protenoia Trimórfico” (literalmente, el “Pensamiento Primordial Triplemente Formado”):
Yo soy Protenoia, el Pensamiento que reside en la Luz  La que existe antes que Todo. Yo soy la percepción y el conocimiento, y emito una Voz a través del Pensamiento.
Yo soy Andrógino, Yo soy tanto Padre como Madre, ya que copulo conmigo mismo. Yo soy el vientre que da forma al Todo.

En la Gran Anunciación, el origen del Universo es explicado de la siguiente forma:
Del poder del Silencio surgió un gran poder, la mente del Universo, que genera todas las cosas, y que es un varón (...), el otro es una gran Inteligenciaes una hembra que produce todas las cosas. 
Helena Blavatsky, al describir las filosofía de Basílides, otro fran sabio gnóstic, nos dice que él afirmaba que el “Padre desconocido, Eterno y No Creado, dió nacimiento en primer lugar al Nous, la Mente, Esta emanó de sí misma al Logos. El Logos (el “Verbo” de Juan) emanó a su vez a las Phrónesis, las Inteligencias. De las Phronesis nació Sophia, la Sabiduría femenina, y Dynamis, la fuerza. Tales fueron los atributos  personificados de la misteriosa Divinidad, el quinterno gnóstico, que simboliza a las cinco sustancias espirituales, aunque inteligibles, las virtudes personales o los seres exteriores de la Divinidad desconocida. Esta es una idea eminentemente cabalística; y más todavía es budista.”  

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