martes, 2 de mayo de 2017

Poder corrupto e idolatría


La idolatría política puede crear una especie de esclavitud, es un enamoramiento que nubla el sentido de la razón, se pierde el sentido común y se baja la cabeza ante alguien que tiene y comete errores que pueden ser trascendentes, los políticos no están para ser servidos y adulados, los políticos deben servir al pueblo con honor, así debe ser, es lo lógico.
La sociedad siempre debe buscar un mejor futuro, aportar ideas y apoyar a quienes pueden crear mejores condiciones de vida y asegurar un rumbo progresivo de bienestar en todas las áreas de la sociedad del país, de otra manera el circulo vicioso de esa idolatría acabará solo siendo una forma cómplice de corrupción, una esclavitud consentida, se pierde el sentido de libertad, la búsqueda de justicia, se renuncia a los derechos, dejando así a un lado la ley, la gente no puede prestarse a la manipulación perversa del "ídolo" o de quienes se aprovechan de ese fanatismo.
La idolatría política crea a un gigante ídolo, dueño de todo hasta de las voluntades y deja al pueblo pequeño indefenso, abusado.
Hay una profunda conexión entre corrupción e idolatría, así como están indisolublemente unidos también corrupción y miseria del pueblo. debemos estar conscientes del hecho de que ningun gobierno no puede salvarnos. ¡Solo Dios lo puede hacer! Nunca leemos en el Nuevo Testamento, que Jesús, o cualquiera de los apóstoles invirtiera ni tiempo ni energía enseñando a los creyentes cómo reformar al mundo pagano de su idolatría, inmoralidad y prácticas corruptas por medio del gobierno. Los apóstoles jamás instaron a los creyentes a demostrar desobediencia civil para protestar contra las injustas leyes o los regímenes brutales del Imperio Romano. En cambio, los apóstoles les ordenaron a los cristianos del primer siglo, así como a nosotros hoy, proclamar el Evangelio y vivir vidas que den una clara evidencia del poder transformador del Evangelio.
 La corrupción hace perder el sentido de la verdad. Jeremías se preguntaba acerca de sus autoridades: “¿Perdieron su prudencia los inteligentes o se corrompió su sabiduría?” (Jer 49,7). No hay duda de que nuestra responsabilidad para con el gobierno es obedecer las leyes y ser buenos ciudadanos (Romanos 13:1-2). Dios ha establecido toda autoridad, y Él lo hace para nuestro beneficio, "para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien." (1 Pedro 2:13-15). Ciertamente la corrupción enturbia la inteligencia (Sab 4,11) y ahoga la verdad (Rm 1,18), especialmente la verdad acerca de Dios. ..... Y ello le lleva a la increencia en el Dios de la vida y a la invención de todo tipo de ídolos de muerte.
El poder corrupto aleja de Dios. Se dice en la Biblia acerca del rey Ozías que “su fama se extendió lejos porque fue prodigioso el modo como supo buscarse colaboradores hasta hacerse fuerte. Pero una vez fortalecido en su poder, se puso muy orgulloso hasta corromperse; y así desobedeció a Yavé, su Dios” (2 Cró 26,15s).....Uno de los grandes engaños de Satanás, es que pongamos nuestra confianza para la moralidad cultural y vida piadosa, en las manos de políticos y funcionarios gubernamentales. La esperanza nacional de un cambio, no se encuentra en la clase dominante de ningún país. La iglesia ha cometido un error si piensa que es trabajo de los políticos el defender, difundir y guardar las verdades bíblicas y los valores cristianos.
Pocos decenios antes del nacimiento de Jesús, en el libro de la Sabiduría encontramos estas sorprendentes afirmaciones: “La invención de los ídolos fue el origen del libertinaje; cuando aparecieron se corrompió la vida” (Sab 14,12). “Porque el culto de los ídolos infames es el principio, la causa y el fin de todo mal” (Sab 14,27). Y añade, con sorprendente realismo político: ”Por orden de los gobernantes, reciben culto las imágenes” (Sab 14,17). El objetivo de la iglesia, de acuerdo al propósito de Dios, no se encuentra en el activismo político. En ninguna parte de la Escritura se nos ordena invertir nuestra energía, nuestro tiempo, o nuestro dinero en los asuntos gubernamentales. Nuestra misión radica, no en cambiar a la nación a través de reformas políticas, sino en cambiar los corazones a través de la Palabra de Dios. Cuando los creyentes piensan que el crecimiento y la influencia de Cristo puede de alguna manera ser aliada de la política gubernamental, corrompen la misión de la iglesia. Nuestro mandato cristiano, es propagar el Evangelio de Jesucristo y predicar en contra del pecado de nuestra era. Solo cuando los corazones de los individuos en una cultura sean cambiados por Cristo, esa cultura comenzará a reflejar el cambio. El Señor dijo que los creyentes han de ser la sal de la tierra y la luz del mundo en (Mateo 5:13 y 14). En los tiempos bíblicos nunca hubo elecciones para gobernantes de parte del pueblo. La elección de oficiales es un fenómeno moderno.
La Biblia desenmascara con frecuencia las actitudes idolátricas de algunos gobernantes y cómo su mal ejemplo lleva al pueblo a correr tras ídolos inútiles.......Los creyentes a través de los siglos, han vivido, y aún florecido, bajo gobiernos antagonistas, represivos y paganos. Esto era especialmente cierto con los creyentes de los primeros siglos, quienes bajo despiadados regímenes políticos, mantenían su fe bajo una enorme tensión cultural.
Por eso la Biblia une tan íntimamente idolatría y corrupción. Podríamos parafrasear a Marx afirmando que la idolatría es el opio del pueblo; y más aún el opio de los poderosos. Apoyados en sus “falsas ideas sobre Dios” (Sab 14,30), los corruptos pueden despreciar y pisotear al prójimo con conciencia tranquila.
No nos referimos a la gente que sinceramente dice no creer en Dios. Es probable que su decisión esté marcada por amargas experiencias de escándalos provocados por “creyentes”........Las entidades políticas no son la salvación del mundo. La salvación de toda la humanidad ha sido manifestada en Jesucristo. Dios sabía que nuestro mundo necesitaba ser salvado, aún mucho antes que cualquier gobierno nacionalista se hubiera formado. Él le demostró al mundo que la redención no podía ser lograda a través del poder del hombre, su poder económico, su poderío militar o su política. La paz mental, la alegría, la esperanza y el gozo – y la salvación de la humanidad – se logra solo a través de Su obra de fe, amor y gracia.
Jesús desenmascara las falsas divinidades
Todos sabemos que con Jesús llega a su término el proceso de revelación bíblica. Dios había ido poco a poco manifestándose a sí mismo, hasta llegar a la cumbre, que es Jesús. Y para revelarse Dios a sí mismo había tenido que ir desenmascarando las falsas divinidades. Por ello es lógico que Jesús, revelación plena del amor del Padre, completa este proceso.
No es el fin de este folleto presentar el lado positivo de cómo Jesús es la revelación plena de Dios. Ello, por ejemplo, lo he desarrollado en mi libro “El Dios de Jesús”. A él me remito.
Ciertamente Jesús no se limitó a predicar al Dios verdadero, sino que, como complemento, combatió y desenmascaró toda imagen falsa de Dios. Su conocimiento y su amor al Padre era tan perfecto, que no podía permanecer impasible ante las caricaturas que se hacían de él. Además, una de las formas de dar a conocer a Dios es también a través del contraste con las falsas divinidades. Conocer a Dios y reconocer los falsos rostros de Dios son como las dos caras de la misma moneda.
Si entre Jesús y los fariseos se hubiese organizado un panel de discusión ideológica sobre Dios, quizás no se hubieran encontrado diferencias básicas entre ellos. La oposición entre Jesús y los representantes de la religión oficial de entonces no se dio en el plano doctrinal. En la teoría estaban bastante de acuerdo.
Los adversarios de Jesús, escribas, fariseos y saduceos, nunca se habían imaginado que Dios no fuera bueno, que no fuera misericordioso, que no fuera libre. Pero si se abandona la teoría sobre Dios y se pasa a concretar el comportamiento de Dios hacia los hombres, entonces la oposición entre Jesús y los fariseos es evidente.
En el combate de Jesús, se trata de Dios, no de una teoría sobre Dios: cómo se vive a Dios, y no cómo se habla sobre Dios. Por ello la base para interpretar a Jesús es ante todo su acción. Jesús nunca dio una definición de Dios, sino que su vida toda es la manifestación plena del rostro de Dios. Viendo a Jesús, se ve a Dios (Jn 14,19).
El debate entre Jesús y sus opositores recae sobre la forma cómo actúa Dios en los asuntos humanos. Es en los problemas concretos de la vida en los que se da oposición entre Jesús y los fariseos.
Para Jesús la vivencia de Dios era diametralmente opuesta a la de ellos. Su corazón, lleno de Dios, no podía aceptar la predicación de que tantos pordioseros y enfermos como pululaban por Judea fueran consecuencia de un castigo divino. El sentía dentro el amor de Dios hacia ellos, y por eso se vuelca sobre los pobres, conversa cariñosamente con ellos, los toca, los cura y aun comparte su comida.
Los fariseos maldecían al pobre como acto de piedad, ya que así pensaban imitar la acción castigadora de Dios; Jesús los bendice, ya que así secunda la acción misericordiosa de Dios. Los fariseos prohibían curar en sábado: así honraban el día del Señor; Jesús cura preferentemente en sábado, justo porque en el día del Señor se tienen que atender especialmente a sus preferidos. Ellos, en nombre de su dios, desprecian a lisiados, pobres, niños y mujeres; Jesús, en nombre de su Dios, los bendice y los atiende con especial cariño. Es que en realidad los dos están hablando de un Dios distinto, aunque los dos le den el mismo nombre.
Según Jesús, el conocimiento de Dios no puede comprenderse fuera del efecto liberador que produce. El combatió la “ideología” que organizaba y justificaba la dominación saducea y farisea. Combatió contra ella, no porque juzgase erróneos los principios doctrinales de los fariseos, sino porque consideraba intolerables los efectos destructores de su religión. En este sentido el dios de la religión oficial de la sinagoga no era el Dios de Jesús. Si el Dios proclamado y venerado no libera, sino que oprime, ese dios no es el Dios de la Biblia. A Dios se le honra en donde se libera a los hombres de cualquier pecado. El pecado contra el Espíritu (Mc 3,9) consiste precisamente en confundir el acto liberador de Dios con el acto esclavizante de Satanás.
A Jesús le apasiona el combate por la libertad de Dios. No le gustan las discusiones doctrinales. La doctrina abstracta sobre Dios puede servir de excusa para oprimir. Eso es lo que Jesús reprocha a escribas y fariseos: quieren encadenar a Dios a sus propios intereses personales y lo usan como excusa para oprimir y despreciar a los demás.
Jesús se distinguió irremediablemente de los maestros en religión de entonces porque implicaba a Dios en la sociedad y en la misma religión de una manera distinta. Y pagó con su sangre esta opción que había hecho por un Dios liberador.
Según Jesús los derechos de Dios no pueden estar en contradicción con los derechos de los hombres. Cualquier supuesta manifestación de la voluntad de Dios que vaya en contra de la dignidad de los hombres es la negación automática de la más profunda realidad de Dios.
El Dios de Jesús es un Dios único, que excluye a todos los otros modos de concebir a Dios. El presenta a su Padre como Dios de la vida, alternativa excluyente de las divinidades de la muerte. Hay que elegir: o con el Dios de Jesús o contra el Dios de Jesús. O el Reino de este Dios o la teocracia judía y la “paz” romana.
Los fariseos y sus seguidores sintonizaron con acierto que el Dios de Jesús no era el mismo dios que ellos proclamaban. Las palabras y las acciones de Jesús eran verdaderas “blasfemias” contra su dios.
Ellos eligieron matar a Jesús en nombre de su dios e invocando a su dios. Los romanos lo ajusticiaron en nombre de los dioses del imperio que garantizaban “su paz”. Según la lógica de judíos y romanos el Dios de Jesús no debía existir: por eso quisieron destruirlo matando a quien lo predicaba. Los dioses de la muerte, dioses idolátricos, siempre quieren dar muerte al Dios de la Vida. Pero la Vida, al final, triunfa siempre sobre la muerte…
La vida de Jesús no se entiende si no se entiende el conflicto entre Dios y los dioses. Los dirigentes judíos rechazaron a Jesús y su Dios: “No tenemos más rey que al César” (Jn 19,15). Con ello muestran cuál es el dios por el que ellos habían optado: su ambición de poder y gloria. Rechazan al Dios del amor y eligen al que, por ser opresor, permite y justifica la opresión que ellos ejercen. El Dios al que ellos profesan fidelidad, aunque siguieran llamándolo Yavé, era un dios que legitimaba la opresión. Revelaban así su idolatría de hecho, pues pusieron sus intereses personales en lugar de Dios.
En la pasión y muerte de Jesús no se trata de una confrontación personal entre las autoridades y Jesús. Lo que está en pugna es una diversidad opuesta en la concepción de Dios y, por consiguiente, de la organización de la sociedad. Se trata de totalidades de vida y de historia, en última instancia basadas y justificadas en una concepción de Dios. Romanos y judíos defienden a sus dioses; Jesús vive y predica a su Dios. Y en esta pugna, le quieren hacer desaparecer; y Jesús da la vida, conscientemente, sin claudicar en su fe. Con ello triunfa sobre todos los dioses de la muerte…

No hay comentarios:

Publicar un comentario